¿Una reina Pedauca en Ucero?
Antes de abandonar la provincia de Soria -siquiera sea, de manera momentánea- quizás resulte interesante encaminar nuestros pasos hacia Ucero. Ucero y su entorno. Un lugar que evoca, apenas pronunciado su nombre, una referencia inequívoca al fantástico universo de una orden, la de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón, generalmente envuelta en el misterio; en el mito; en la leyenda y, por supuesto, en la más apasionante de las polémicas. Una orden de caballería, religioso-militar, que lucía la cruz roja del martirio sobre su pecho, mientras su mano blandía la espada; una orden que elegía cuidadosamente la mayoría de los enclaves sobre los que se establecía, basándose no tanto en su posible valor estratégico, como en su carácter mágico-sagrado ancestral. Una orden de cristianos fervientes, cierto, que sólo rendían pleitesía al Papa, pero también una orden de buscadores y celosos custodios de la Antigua Tradición.
No es de extrañar, por tanto, que eligieran un lugar mítico, apartado, donde todavía y a pesar del turismo, late con fuerza el espíritu de lo ancestral, de lo misterioso, para levantar el que posiblemente sea uno de sus templos más relevantes y herméticos: la ermita de San Bartolomé, situada en lo más profundo del Cañón del Río Lobos. Pero no es de este lugar, fascinante donde los haya, del que quiero hablar, sino de otro templo; un templo, sin ningún interés aparente, al menos arquitéctonicamente hablando, pero que, no obstante, conserva y a la vez custodia, numerosos enigmas de un pasado que ha de antojársenos, cuando menos, oscuro y paradigmático. Me refiero a la parroquial de San Juan Bautista -santo de especial veneración templaria- levantada en lo más alto del pueblo de Ucero, no lejos del cementerio y las ruinas poco menos que olvidadas de una antigua ermita románica: la de Villavieja. De ésta ermita de Villavieja procede, curiosamente, una de las dos imágenes marianas, románicas, de las tres que se guardan en el interior de la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Conocida como Virgen de Villavieja (1), es difícil reconocerla, si antes no se la despoja de ese manto blanco que la cubre por completo. La segunda Virgen, ésta perfectamente reconocible sin ningún tipo de churrigueresco manto que sugiera mirar para otro lado, muestra, igualmente, ese hieratismo típico y sedente, característico de las representaciones de la Diosa Madre. Pero más allá del formidable universo simbólico que subyace en el fondo, aparentemente inocente de ambas figuras, la que realmente llama la atención, y hacia ella he de encaminar el sentido de esta entrada, es aquélla otra escultura gótica de piedra, magnífica, con la Virgen y el Niño (2) -según palabras de Ángel Almazán- conocida en el pueblo como la Virgen de Piedra.
Aquí comienza, propiamente hablando, uno de los misterios más singulares del lugar. Porque, si dicha imagen, que para Ángel Almazán, procedería, seguramente, de la cercana catedral de El Burgo de Osma y según me confió en mayo de 2009 uno de los guardas del Cañón, su procedencia no sería otra, que del arruinado castillo, ocupado en tiempos por los templarios, no puedo, por menos que preguntarme, ¿qué hace aquí, quién la trajo y por qué?. La respuesta, quizás en parte, la tengamos si observamos el pie izquierdo de la imagen. En la fotografía, que ciertamente tiré con prisas, pues había acabado la misa y se cerraba la iglesia, aparece una deformación singular en ese pie. Una deformación que, a simple vista, parece conferirle a la imagen la singular forma de un pie de oca. Y aquí viene la cuestión primordial: ¿nos encontramos ante una imagen heterodoxa de un singular personaje de leyenda, como es la reina Pedauca -Pied d'oce o Pie de Oca- típica del románico francés, pero poco menos que única en el románico y gótico españoles, o se trata, simplemente, de una deformación casual, de un deterioro debido al maltrato y a los previsibles traslados sufridos por la imagen a lo largo del tiempo?.
La pregunta y el enigma, mientras se produce un nuevo acceso al templo y un estudio más detallado, ahí queda.
No es de extrañar, por tanto, que eligieran un lugar mítico, apartado, donde todavía y a pesar del turismo, late con fuerza el espíritu de lo ancestral, de lo misterioso, para levantar el que posiblemente sea uno de sus templos más relevantes y herméticos: la ermita de San Bartolomé, situada en lo más profundo del Cañón del Río Lobos. Pero no es de este lugar, fascinante donde los haya, del que quiero hablar, sino de otro templo; un templo, sin ningún interés aparente, al menos arquitéctonicamente hablando, pero que, no obstante, conserva y a la vez custodia, numerosos enigmas de un pasado que ha de antojársenos, cuando menos, oscuro y paradigmático. Me refiero a la parroquial de San Juan Bautista -santo de especial veneración templaria- levantada en lo más alto del pueblo de Ucero, no lejos del cementerio y las ruinas poco menos que olvidadas de una antigua ermita románica: la de Villavieja. De ésta ermita de Villavieja procede, curiosamente, una de las dos imágenes marianas, románicas, de las tres que se guardan en el interior de la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Conocida como Virgen de Villavieja (1), es difícil reconocerla, si antes no se la despoja de ese manto blanco que la cubre por completo. La segunda Virgen, ésta perfectamente reconocible sin ningún tipo de churrigueresco manto que sugiera mirar para otro lado, muestra, igualmente, ese hieratismo típico y sedente, característico de las representaciones de la Diosa Madre. Pero más allá del formidable universo simbólico que subyace en el fondo, aparentemente inocente de ambas figuras, la que realmente llama la atención, y hacia ella he de encaminar el sentido de esta entrada, es aquélla otra escultura gótica de piedra, magnífica, con la Virgen y el Niño (2) -según palabras de Ángel Almazán- conocida en el pueblo como la Virgen de Piedra.
Aquí comienza, propiamente hablando, uno de los misterios más singulares del lugar. Porque, si dicha imagen, que para Ángel Almazán, procedería, seguramente, de la cercana catedral de El Burgo de Osma y según me confió en mayo de 2009 uno de los guardas del Cañón, su procedencia no sería otra, que del arruinado castillo, ocupado en tiempos por los templarios, no puedo, por menos que preguntarme, ¿qué hace aquí, quién la trajo y por qué?. La respuesta, quizás en parte, la tengamos si observamos el pie izquierdo de la imagen. En la fotografía, que ciertamente tiré con prisas, pues había acabado la misa y se cerraba la iglesia, aparece una deformación singular en ese pie. Una deformación que, a simple vista, parece conferirle a la imagen la singular forma de un pie de oca. Y aquí viene la cuestión primordial: ¿nos encontramos ante una imagen heterodoxa de un singular personaje de leyenda, como es la reina Pedauca -Pied d'oce o Pie de Oca- típica del románico francés, pero poco menos que única en el románico y gótico españoles, o se trata, simplemente, de una deformación casual, de un deterioro debido al maltrato y a los previsibles traslados sufridos por la imagen a lo largo del tiempo?.
La pregunta y el enigma, mientras se produce un nuevo acceso al templo y un estudio más detallado, ahí queda.
(1) Sujeta entre dos de los dedos de su mano derecha, una bolita roja similar a una cereza, y me pregunto si no tendrá alguna relación con una de las imágenes marianas más veneradas en el pinturesco pueblo burgalés de Covarrubias, denominada, precisamente así, Virgen de la Cereza.
(2) Ángel Almazán de Gracia: 'Templarios, sanjuanistas y calatravos en Soria', Editorial Sotabur, 2005, página 199.
Comentarios
Usted disculpe el pronto.
Por ello, mientras llega el momento propicio de la comprobación, con permiso de la utoridad y si el tiempo no lo impide, adelantaré un dato.
En Francia, que es donde más abundaron las esculturas de damas con pie de oca, la mayoría eran representaciones góticas de la reina de Saba...
Salud y fraternidad.
PD: Esa visita está pendiente. Ahora bien, si el párroco es el mismo de la romería de hace dos años, como me consta...
Salud y fraternidad.
Pero, me temo que esa estatua de piedra no la volveremos a ver más....El cura destinado a los pueblos de la zona, en la primavera del 2016, la ha hecho desaparecer con la excusa de que ahí no pinta nada, y que está a buen recaudo hasta que se encuentre el lugar al que perteneció. Este no es el único expolio que está cometiendo en los pueblos de la zona de manera incubierta. Se llevan imágenes a restaurar y no vuelven o vuelven malas copias ....
Te invito a que indagues algo más sobre esto..
Un saludo.