jueves, 11 de julio de 2013

Xunqueira de Ambía: Colegiata de Santa María la Real


Situada a escasos cinco kilómetros de Allariz, Xunqueira de Ambía gira alrededor de uno de los edificios más notables e interesantes de la arquitectura románico-medieval de la provincia de Orense: la iglesia colegiata de Santa María la Real. Para el investigador, o simplemente para el viajero que se desplace por la provincia buscando no sólo lugares preeminentes y mágicos, sino también persiguiendo la escurridiza sombra de los enigmáticos caballeros templarios, resulta poco menos que imprescindible detenerse allí para echar un vistazo, sobre todo si tiene la intención de continuar camino, dirigiéndose hacia uno de los lugares más singulares de la región: Santa Mariña de Augas Santas.
Observará, entonces, las evidentes similitudes arquitectónicas que existen entre los templos principales de ambos lugares, y comenzará a familiarizarse con las historias que hablan de la presencia -sospechosamente coincidente, como en numerosos casos repartidos a lo largo y ancho del territorio peninsular (1)- de canónigos regulares de San Agustín, de templarios y de una Orden del Císter que, tomando el relevo a los benedictinos, comenzaba también a asentarse en lugares de estratégica, cuando no mediática situación, no ajenos, en modo alguno, a esa fenomenología mariana, de los que fueron notoriamente impulsores (2). Si nos atenemos a los detalles de que en la zona hubo presencia megalítica y castreña; que por ella circulaba una vía militar romana y que la tradición sostiene que el lugar se originó a raíz de una aparición de la Virgen en el siglo IV, tendremos los suficientes elementos, incluso hipotéticamente hablando, como para no dejarnos sorprender, al menos en exceso, por una probable presencia de los templarios en el lugar, teniendo en cuenta que, como se les ha descrito en numerosas ocasiones, no sólo se trataba de monjes y guerreros, sino también de auténticos guardianes y custodios de la Tradición.
Y no olvidemos que, si bien se sabe que el lugar fue donado por el rey Alfonso VII a los canónigos regulares de San Agustín en el siglo XII, fechándose la construcción de la actual iglesia -que se levanta sobre la ermita y el monasterio que hubo en tiempos- en 1164, también sabemos que fue precisamente por mediación de este rey, y también en el siglo XII, como los templarios se establecieron oficialmente en Orense, siendo custodios no sólo de esa puerta de Castilla, sino también garantizando el camino de los peregrinos que se dirigían a Santiago utilizando la denominada Vía o Ruta de la Plata -también conocida como Camino Mozárabe-, y sobre todo, vigilando con atención otra puerta muy particular: la de Portugal, como ya se comentara en la entrada dedicada a San Pedro da Mezquita.
Un detalle destacable, que llama mucho la atención e invita a examinar con más interés la arquitectura funeraria aplicada a los sarcófagos medievales, aquí en Orense, es la proliferación de figuras yacentes a cuyos pies se ha esculpido la imagen de un perro. Figuras, ambas que, general y oficiosamente, se interpretan como de respeto a una afinidad sentimental del caballero en cuestión hacia su perro. Y aquí, no obstante, se plantea otra cuestión, no menos interesante, relativa a ese doble lenguaje o mundo simbólico alternativo, a que tan aficionados eran los maestros y gremios canteros que fueron levantando el inmenso patrimonio románico-gótico a lo largo de los diferentes periodos históricos medievales -Alta o Baja Edad Media-, con particular perseverancia en el ámbito de influencia de los caminos y vías de comunicación a Santiago de Compostela.
El perro, versión amansada y a la vez cristianizada de ese primigenio compañero de dioses -pongamos como ejemplo, por lo que afecta a Galicia, al dios celta Lug- y guía de almas en el inframundo, que es el lobo. Y aunque hay diversidad de figuras en el santoral cristiano a las que hacer referencia, sin duda, las más conocidas y afines al tema y lugar que nos ocupa, las encontramos en esos enigmáticos pero a la vez persistentes santos camineros, como son San Roque y San Lázaro, así como una no menos misteriosa representante femenina, en la figura de Santa Quiteria.
Por otra parte, y para añadir un poco de morbo al asunto, también cabe reseñar la presencia en el claustro, de un misterioso sarcófago que luce una formidable espada en su parte central (3), mostrando, como detalle novedoso, un singular escudo en el que aparecen dos aves, situado éste en su parte lateral izquierda.
Dentro de la riqueza artística que se puede apreciar en el interior de esta magnífica iglesia, y aparte de la hermosa talla de época barroca o renacentista de la Virgen Peregrina -figura que goza de gran devoción, como cabe esperar, por parte de los numerosos peregrinos que pasan por aquí-, cabe destacar, también, la presencia de una figura representativa de San Antón (4), santo muy venerado por el Temple que, a su vez, mantenía unos fraternales lazos con los antonianos u Orden de San Antón. También, y de época barroca o posterior, en la iconografía de los distintos retablos, se pueden apreciar personajes y símbolos de cierto relevante interés, como aquellos que remiten a los cuatro evangelistas -dos de cuyos símbolos, el buey y el águila, o sea, Lucas y Juan, se localizan también a modo de guardianes del umbral en el pórtico principal de acceso al templo-, así como una curiosa representación de la Anunciación, en la que el arcángel Gabriel, al aparecerse a María para transmitirle la buena nueva, por un báculo sobre el que se aprecia enroscada una serpiente. Por desgracia, la mano derecha está amputada. Independientemente de todo esto, también hay una gran riqueza simbólica en los capiteles y canecillos del exterior, que merece ser estudiada con determinada calma y atención. Entre ella, no faltan alusiones solares, simbología celta variada, animales de rico simbolismo como el lobo y el buey, y la siempre enigmática presencia de esos supuestos monstruos devoradores de personas, en las que muchos autores advierten una más que probable relación con el acceso y las dificultades que conlleva el siempre espinoso camino hacia el Conocimiento.
Sea como sea y el agrado de relación que pudiera o no haber tenido en el pasado con la Orden del Temple, de lo que no cabe duda alguna es de que nos encontramos en uno de los lugares más representativos del románico orensano, cuya visita y contemplación pausada se recomienda, en el convencimiento de que no dejará a nadie indiferente, siendo, además, como se ha dicho al comienzo de la presente entrada, un extraordinario anfitrión, si además se tiene prevista la visita al conjunto mistérico-cultural de Santa Mariña de Augas Santas, tema que se tratará en una próxima entrada.

 
(1) Sirvan como ejemplo, la iglesia de Santa Coloma de Albendiego, o los santuarios marianos situados en diferentes lugares del Alto Tajo -como Cobeta y el Santuario de la Virgen de Montesinos, el Barranco de la Hoz y el Santuario de la Virgen de igual nombre, e incluso el monasterio de monjas cistercienses de Buenafuente del Sistal-, todos ellos situados en la provincia de Guadalajara.
(2) Fenomenología que, si observamos con atención los lugares donde se produce, observaremos que en éstos, generalmente -y este es uno de los casos- hubo cultos a la figura primordial de la Gran Diosa Madre. Además, y como dato a tener en cuenta también, se sabe que Bernardo de Claraval, gran impulsor del Císter y padrino espiritual de la Orden del Temple, era un apasionado devoto de las Vírgenes Negras.
(3) Detalle que nos remite a las numerosas historias y leyendas sobre tumbas de templarios, que lucen como único distintivo precisamente una espada, que se localizan en lugares diversos como Valdeande (Burgos), el claustro del monasterio de Santa María, en Valdedios (Villaviciosa, Asturias), o sin ir más lejos, en aquélla lápida, reaprovechada como dintel en el muro exterior que franquea la entrada a la iglesia de San Miguel de Eiré, en O Mosteiro, provincia de Lugo.
(4) Recordemos, que San Antón también se encuentra representado entre las pinturas que decoran la cabecera de la iglesia del monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil, donde los sarcófagos de algunos de sus abades, lucen junto al báculo una magnífica cruz paté inscrita en su círculo correspondiente.