lunes, 26 de septiembre de 2011

El Mito Templario del Monsacro: Tercera Parte



La Capilla de Arriba o ermita de Santiago


'Debemos insistir. Todo cuanto se diga aquí es mezcla ente lo que se sabe y la especulación. No tenemos mejor método, puesto que ellos mismo y, posteriormente sus enemigos, fueron especialmente activos borrando las huellas de su memoria'.

[Juan Ignacio Cuesta (1)]


Creo que vivimos en un país en el que todavía -a pesar de los expolios que se suponen debían de habernos servido como escarmiento, sobre todo a la hora de dejar perder piezas insustituiles que brillan en los museos y en las mansiones privadas situadas en otros países y continentes- no hemos aprendido a valorar, o al menos a hacerlo de una manera verdaderamente consciente, el basto e interesante patrimonio histórico-cultural que tenemos la enorme fortuna de poseer. Quizás en la actualidad, no se deba tanto, como antaño, a una cuestión achacable a una manifiesta ignorancia, como al deternimante desconocimiento, en general, del impresionante conjunto monumental que, en mejores o en peores condiciones, todavía campea por los rincones más inusitados de nuestras provincias. Posiblemente, sea éste uno de los factores determinantes de que templos de las características de ésta capilla de arriba o ermita de Santiago, localizada en la cumbre del Monsacro asturiano, apenas sea conocida y mucho menos reconocida, cuando se relaciona a los templos de planta octogonal como un modelo de arquitectura templaria.

Independientemente de la controversia que tal hipótesis suscita entre los investigadores, resulta verdaderamente chocante su falta de mención cuando, sacado el tema de la autoría a colación, se dirime siempre en base a tres templos característicos, de los cuales, al menos dos, se hallan en una de las rutas principales del Camino de las Estrellas; e incluso, apurando, uno de ellos, quizás el más significativo de todos, algunos kilómetros alejado de éstas. Me refiero, en este caso concreto, a la iglesia de Santa María de Eunate, situada en las proximidades de Puente la Reina, en Navarra, localidad emblemática en la que confluyen, cuando menos, dos de estas rutas principales: la que atraviesa los Pirineos por Roncesvalles y la que viene de Somport. Las otras dos iglesias, evidentemente, son las del Santo Sepulcro de Torres del Río, situada también en la provincia de Navarra, y la iglesia de la Vera Cruz, que lo está a las afueras de Segovia.


[continúa]


(1) Juan Ignacio Cuesta: 'Breve historia de las Cruzadas', Ediciones Nowtilus, S.L., mayo de 2009, página 51.


viernes, 2 de septiembre de 2011

El Mito Templario del Monsacro: Segunda Parte







La Capilla de Abajo o Capilla de la Magdalena




'Si vas a la Magdalena,

cuando vengas tráeme un cardo:

a ti te sirve de alivio

y a mí me das un regalo...'.




'La cuesta de la Llorera

tengo de subirla garbosa,

para ver la reliquia

de la Magdalena hermosa...'.

[Cantares populares]




[Capilla de Abajo o de la Magdalena]


Uno de los ejemplos más relevantes de la importancia del culto en Asturias a la figura de María Magdalena, lo tenemos en esa inapreciable joya folklórica y recurso antropológico, que constituyen los cantares populares, en el fondo de cuyas rimas, se adivina una tradición lejana y primordial. Las estrofas de estos dos cantares populares que se consignan a modo de introducción al comienzo de la presente entrada, definen en grado sumo varios de los conceptos anímico-cultuales que giran en torno a uno de los lugares tradicionales más relevantes, espiritualmente hablando, del Principado de Asturias -el Monsacro- y, en principio, remiten también a uno de los cultos ancestrales que allí se localizan -el de la mencionada figura de María Magdalena- que, por deferencia y devoción, merece una especial atención.







[La Silla del Obispo, situada, aproximadamente, a unos trescientos metros de la cumbre]


Como avanzaba en la entrada anterior, en la cumbre del Monsacro -a una altura aproximada de 1.076 metros- y en la denominada majada de les capilles, se localizan dos interesantes, cuando no herméticas ermitas románicas, que responden, popularmente hablando, a la denominación de capilla de arriba y capilla de abajo. La capilla de arriba, de planta octogonal y actualmente bajo la advocación de la figura de Santiago Apóstol, estuvo originalmente dedicada a una Virgen de más que probables connotaciones negras, de la que apenas quedan referencias (1) y cuya imagen desapareció en un periodo temporal no determinado, anegada, sin duda, por los ríos convulsos de la Historia. A ésta capilla, también se la menciona como Capilla de Santo Toribio en algunas fuentes (2), porque en ella se depositó y se custodió el Arca con las Santas Reliquias que, según sostiene la tradición, éste trajo de Jerusalén para salvaguardarlas de las invasiones persas, siendo trasladadas en el siglo IX a la catedral de San Salvador de Oviedo, por mandato del rey Alfonso II el Casto: una figura realmente interesante, que podría considerarse como el primer peregrino, inaugurando, en su desplazamiento a Santiago de Compostela, el denominado Camino Primitivo -hoy día, bastante en desuso- que no es otro que el que él mismo siguió desde Oviedo, cuando tuvo constancia del descubrimiento de la supuesta tumba del Apóstol.



[El cardo de la Magdalena]


No obstante, y continuando con el tema de la presente entrada, nuestra atención debe centrarse, a partir de aquí, en la denominada capilla de abajo, o capilla de la Magdalena, que, aunque de planta y características más elementales que la anterior, no por ello resulta menos enigmática, y desde luego, menos interesante.

Para acceder al Monsacro, existen, cuando menos, tres senderos de particular relevancia: la llamada pista del Vía Crucis, que parte desde Los Llanos; el camino que se toma en Viapará, también conocido como el sendero de La Cobarriella, y posiblemente, el más prosaico y dificultoso de todos, pero sin embargo, también el más tradicional: el de la Llorera o la Llorá. Es éste, sin duda, el que mejor define la dura realidad de todo camino de peregrinación, que es, en suma, la consumación de un camino iniciático: duro, espinoso en algunos tramos, y cuyo fatigoso ascenso conlleva en sí mismo toda una penitencia. Pero también es el que mayor recompensa ofrece, una vez dejado atrás el delicioso bosquecillo del primer tramo, proporcionando una visión panorámica realmente fascinante, que podría definirse de la siguiente manera: al frente, y más allá de Santa Eulalia de Morcín (Santolaya), la histórica urbe de Oviedo, a la que los últimos hallazgos arqueológicos sitúan cuatro siglos más antigua de lo que se pensaba hasta ahora, y el Cantábrico; hacia la derecha, la cadena de montes cercana a los concejos de Teverga y Proaza; hacia la izquierda, algunos pueblecitos como La Piñera, así como también esa lágrima lunar -literariamente hablando- que es el embalse situado entre El Campo y Peñerudes, en las proximidades de los concejos de Quirós y Santo Adriano -que comparten el emblemático Desfiladero de las Xanas, cuya ruta comienza en Pedroveya y finaliza en las proximidades de Tuñón, en plena Senda del Oso- y por supuesto, del mítico Puerto Ventana, siendo la única nota discordante, las torres del tendido eléctrico, que descienden desde la cima, descolgándose por la ladera.


[Imagen antigua de María Magdalena]


Cerca de la cumbre, a unos trescientos metros aproximadamente, la naturaleza ha moldeado algunas rocas, dotándolas de formas caprichosas, que sin duda, seducen la imaginación; un buen lugar donde apreciar tal fenómeno, afín a cualquier formación rocosa, y que a la vez sirve de punto de descanso y excelente mirador, es la denominada Silla del Obispo -similar, comparativamente hablando, a aquélla otra desde la que Felipe II contemplaba las evoluciones de ese hermético recinto sagrado que es el Monasterio de El Escorial-: una no menos curiosa formación rocosa, que en esos siglos XII-XIII, periodo en el que se calcula que fueron erigidas ambas ermitas, bien pudiera haber constituido una pequeña cantera (por la similitud de la piedra con la que se localiza en la zona interior del ábside de la ermita de la Magdalena) como opina Nati Torres, vecina de Santolaya y guía del Monsacro.

Unos doscientos metros más arriba de este punto donde, generalmente, la gente suele tomarse un respiro antes de realizar un último esfuerzo para alcanzar la cumbre, la visión de la ermita de la Magdalena puede que se nos antoje, en principio, demasiado sobria, carente por completo de cualquier ornamentación y, por consiguiente, del añadido de un simbolismo que pudiera ofrecer a priori, siquiera de una manera comparativa, alguna clave para determinar la autoría; para alimentar la sospecha acerca de la procedencia de los eremitas que se sabe habitaron el lugar, o en su defecto, para sugerir la pertenencia a, de aquéllos misteriosos fratres, uno de cuyos dignatarios -Rodericus Sebastianez- queda mencionado, entre otros lugares, en los famosos Cronicones -considerados apócrifos por la gran mayoría de historiadores- al lado de la figura de otro Rodericus, internacionalmente conocido, quizás no tanto por sus nobles y castellanos apellidos, como por el apelativo de Campeador con el que ha pasado a engrosar las listas de eternos paladines de la Historia de España. Y quedan mencionados, no ya en un episodio curioso, sino que yo diría más bien significativo, como fue aquél de la apertura del Arca Santa, por mandato del rey Alfonso VI.




Ahora bien, hay detalles, aunque sean circunstanciales, que permiten hipotetizar -la falta de documentación, resulta realmente frustrante en el Principado- en base a las advocaciones, y desde luego, a las similitudes. Y al añadir ésta última, me refiero a las características de la construcción. Ya de por sí, el tema de la advocación resulta curioso, pues, al contrario que en muchos otros lugares de la Península, la figura de María Magdalena cobra una especial relevancia en Asturias, a juzgar no sólo por la devoción que se la profesa, sino también por la cantidad de ermitas a ella dedicadas. A este respecto, no deja de ser interesante la reflexión de Juan Ignacio Cuesta, referente a que muchísimos edificios religiosos del Temple, tanto en Francia como en España, están bajo la advocación de María Magdalena (3). Evidentemente, el detalle por sí mismo, no garantiza ni determina la autoría ni la pertenencia de la ermita a la Orden del Temple; pero sí puede inducir a la sospecha y a mirar con más detenimiento el lugar. En cuanto a las características de la construcción, sí puede haber ciertas similitudes con otros templos atribuidos a tan carismáticos caalleros, sea ésta una atribución veraz o tradicional.


Un ejemplo cercano, podríamos encontrarlo en la iglesia de San Esteban de Aramil, en el concejo de Siero, enclavada entre campos de labor, junto al cementerio municipal, muy cerca de la autovía a Santander; iglesia que, significativamente, es conocida, también, como de los Caballeros. Si obviamos la interesante ornamentación simbólica de ésta, así como el detalle de que tenga dos pórticos de entrada -uno de ellos, situado en el frontis- podemos observar que la planta de la iglesia de Aramil es prácticamente idéntica, en forma y distribución , a la planta de ésta ermita de la Magdalena: nave rectangular y ábside semicircular.


[continúa]



(1) Uno de los pocos datos conocidos, lo proporciona Rafael Alarcón Herrera en su obra 'A la sombra de los templarios', páginas 224-240, en un capítulo dedicado por completo al Monsacro, basado en una referencia contenida en los Cronicones y recogida por don Vicente Risco, en su obra España Sagrada, 1789, en la que se menciona que Alfonso I, en el año 740, donó a Covadonga una imagen de la Virgen del Monsagro.

(2) Dato recogido del estudio 'La Capilla de Santo Toribio en el Monsacro, una tradición asturiana hecha piedra', realizado por Miguel Ángel Cadrecha y Caparrós, María-Rita Piquero Fernández y José Santiago Pérez, alumnos del curso de Arqueología Asturiana impartido por el profesor Vicente-José González García, en la Escuela Universitaria del Profesorado de E.G.B., de Oviedo, aunque desconozco la fecha.

(3) Juan Ignacio Cuesta: 'Breve historia de las Cruzadas', Ediciones Nowtilus, S.L., mayo de 2009, página 184.