martes, 16 de abril de 2013

Templarios en Orense: la iglesia de San Xulián de Astureses


'En los templarios, hay una marcha inexorable, meditada y precisa, hacia las fuentes remotas de la historia humana, que es, al mismo tiempo, la historia de las experiencias trascendentes de la humanidad...' (1)

Uno de los supuestos enclaves templarios en la provincia de Orense, según Juan García Atienza (2), sería ésta iglesia de San Xulián de Astureses, situada en el concello de Boborás, a unos 6 ó 7 kilómetros, aproximadamente, de Carballiño, una ciudad de cierta relevancia, de la que caben destacar, entre otras cosas, un templo imponente, original y espectacular, como es el de la Vera Cruz, y de ser, dicho sea de paso, y valga la redundancia, uno de los lugares principales de los que parte la carretera que conduce a otro lugar realmente interesante, que no es otro, que el monasterio de Oseira. Aunque de Oseira y de sus peculiaridades se hablará en otro momento, puede no ser una inconveniencia añadir que, entre sus singulares misterios, destacan la fama de alquimistas de sus monjes en el pasado –de hecho, todavía se conserva una de las salas donde destilaban sus exquisitos licores, exotéricamente hablando- y también una no menos peculiar y relacionada imagen románica, de piedra, que se venera en la cabecera principal de la iglesia: la Virgen de la Leche. Señales que, se relacionen o no de alguna manera con los templarios, ahí están, a disposición de todo buscador de indicios y amante del singular mundo de la simbología y su interpretación.
Ahora bien, volviendo al tema principal que nos ocupa, la iglesia de San Xulián de Astureses, bueno es reseñar que el aislamiento de su situación, hace que la localización no sea precisamente sencilla. A tal dificultad, hemos de añadir el detalle, importante, de que no aparece recogida como San Xulián de Astureses (3), sino –tome nota todo aquél interesado en visitar un día el lugar- como Igrexa de Xuvencos. Sirva, también, como dato de localización, la cercanía de las vías del tren y un apeadero. De hecho, y siguiendo la dirección del cartel indicador –ojo, que sólo se verá uno situado al pie de la carretera OUR CV396- hay que pasar por debajo de un puente sobre las vías del ferrocarril por el que, de igual manera que ocurre con la Puerta de San Polo, en Soria –el símil lo pongo, no sólo por templario sino porque se ajusta por completo a la realidad-, sólo permite el paso de un vehículo y, caso de ser éste un poco más ancho de lo habitual, ni siquiera eso. Desde luego, esto no sería una inconveniencia insalvable pues la iglesia, al igual que el cementerio que la circunda, apenas están a unos doscientos metros más adelante, pasado el puente, de manera, que desde este punto, se puede ir perfectamente andando.
Independientemente del tráfico ferroviario, que no parece ser, en modo alguno intenso, el lugar es de lo más solitario, que no significa necesariamente tenebroso, al menos desde mi punto de vista, a pesar del cementerio que circunda la iglesia y el tupido bosque que se extiende por detrás de ambos, arquetipos que, generalmente, suelen actuar de diversa manera sobre el inconsciente humano. De hecho el cementerio –no me extraña que llamara la atención también de Atienza- tiene, en los ornamentos y motivos de muchas de sus sepulturas de época, no sólo el atractivo de los orines del tiempo -y aquí comparto la opinión del genial Víctor Hugo cuando se refería al color de hoja seca que imprime el tiempo a las piedras y que hace de la vejez de los edificios la edad de su hermosura- y la invasión del musgo que las confiere cierto aspecto de romántica nostalgia, sino también, una simbología que merece ser estudiada detenidamente en un estudio aparte. Tampoco faltan, otros elementos de carácter cultual que, lejos de ser irrelevantes, su presencia reivindica no sólo la importancia del lugar, sino también la pervivencia de ancestrales creencias, que se remontan, cuando menos, a los tiempos de aquélla historia celta, cuyo recuerdo, posiblemente transmitido en los genes de generación en generación, todavía conserva cierta notable influencia –posiblemente mayor que en otros lugares del Norte peninsular- en la sociedad gallega. Me refiero a los cruceiros, cuya constitución es portadora por sí misma de todo un mundo de significados y creencias y a las fuentes, donde todavía se tiene muy presente su asociación con las misteriosas ninfas ultrahumanas de la mitología céltica: las donas de augas (4). De ambos, por tanto, hay representación. El cruceiro, elevado sobre su pedestal escalonado o monxoi, muestra en el anverso un Calvario con las tradicionales figuras acompañantes de la Virgen y el Evangelista, franqueando ambos lados de la cruz; en el reverso, y de manera tradicional, también, se muestra una Virgen con Niño, aunque perdido ya el trono, el hieratismo y el sedentarismo propios de las imágenes predecesoras. También en el anverso, y a mitad del madero vertical, se encuentra representada una figura mitrada, posiblemente representativa del santo bajo cuya advocación se encuentra el lugar: San Xulián. Detrás de éste, y a escasa distancia de las escaleras de piedra que conducen a la entrada del cementerio, y por defecto, a la iglesia, se localiza la denominada Fonte de Xuvencos.


Otro elemento simbólico destacable, se encuentra, sin ir más lejos, en el umbral del cementerio, a la derecha según se sube y al principio de la cerca pétrea que lo circunda. Se trata de una figura, también de piedra, aunque bastante desgastada por la acción erosiva del tiempo, que muestra a un ser angélico con una balanza en la mano, probable representación del arcángel San Miguel, evidenciando unas funciones ctónicas en las que, de similar manera al Anubis egipcio, advierte de sus cualidades de juez y parte en el juicio de los muertos.
Tal y como señala Atienza en la obra referenciada, la parte frotal de la iglesia todavía expone, mimados con desigual fortuna por los efectos del tiempo, una curiosa serie de desconcertantes elementos simbólicos -quizá de origen visigótico, o cuando menos prerrománicos-, cuya resolución, hasta el día de hoy, continúa siendo un completo enigma. Éstos, en número de once, se localizan algunos metros por encima de la puerta principal de acceso al templo. Una puerta románica que, independientemente también del grado de maltrato por el tiempo, aún muestra, cuando menos, dos elementos interesantes en su capitel derecho: serpientes y aves, dos símbolos diferentes pero a la vez relacionados con el Conocimiento. Resulta difícil hacer una descripción de todos los símbolos, pero en un intento aproximativo, se puede decir que, citados de izquierda a derecha, quedarían reseñados de la siguiente manera: un caballo, cuyo jinete es un ave, tal vez un águila, motivo ciertamente interesante por el simbolismo que conlleva: el caballo como vehículo de conocimiento, además de su función ctónica y el ave, representativa del alma humana; una forma serpentina, que muestra en la parte superior seis o siete protuberancias (si se incluye la que está más a la derecha) y que podría aludir -es tan sólo una sugerencia- a los siete pecados capitales representados por la terrible hydra de siete cabezas; insertos en un círculo, tres brazos patados; una especie de motivo vegetal, cuyo centro o corona está formado por tres círculos concéntricos, como un laberinto de los muchos hallados en los petroglifos, no sólo gallegos y símbolo mistérico, así mismo, utilizado como marca de maestría por algunos canteros medievales (5); cuatro pequeños círculos, dos a cada lado de un círculo central y más grande, en cuyo interior se aprecia un objeto indeterminado, pues su deterioro no permite definirlo con garantías, aunque por su forma, quizás se pudiera especular con un ave con las alas extendidas; un inequívoco símbolo solar; un árbol de la vida (6); un objeto peculiar, cuya forma recuerda a esa arma arrojadiza que se llama voladora, de cuyo círculo central (marcado con una cruz), parten dos cordeles por cada lado, que terminan en sendos círculos; un león y una cruz de ocho brazos patados, inmersa en un círculo.
Dado que la iglesia está muy reformada, cabe preguntarse -yo no lo descartaría- si estos materiales proceden de un templo anterior; y si así fuera, como parece probable, no estaría de más plantearse si la distribución secuencial obedece o no a un fin simbólico determinado, cuyo significado se nos escapa, pero que nos resulta mucho más intrigante si, como afirma la rumorología popular, los bruxos templarios anduvieron por aquí, independientemente del hecho de que este templo de San Xulián terminara perteneciendo -de lo que sí hay constancia- a una orden rival y heredera de la mayor parte de sus bienes: la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén. Orden que, dicho sea de paso, en honor a la verdad, tuvo una más que destacable presencia en Galicia.
Sea como sea, de lo que no cabe duda, es de que tanto el templo como el lugar -no olvidemos que, según Atienza, por las alturas del monte cercano, hay lugares con petroglifos y que en el concello de Boborás se tiene conocimiento de la cultura castreña, como el popular castro de Cameixa- merecen una atención especial. Y en particular, ésta enigmática secuencia simbólica cuya interpretación, no cabe duda, constituye todo un reto.


(1) Juan García Atienza: 'Guía de la España mágica', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1981, páginas 324-325.
(2) Juan García Atienza: 'Segunda Guía de la España mágica', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1982, página 53. Más referencias, se pueden encontrar también en otro libro de Atienza, titulado 'Guía de la España tempalria', Editorial Ariel, S.A., 1ª edición, 1985, páginas 26-27.
(3) El desvío hacia el pueblo de Astureses puede infundir a error, puesto que queda en los primeros tramos de esa carretera nacional OUR-CV396 que se dirige hacia la vecina provincia de Pontevedra y el desvío a la iglesia de Xuvencos está a unos dos o tres kilómetros más adelante. El que siga la ruta propuesta por Atienza, debe de tener en cuenta que éste realizó el trayecto al revés; es decir, viniendo de la vecina provincia de Pontevedra.
(4) En la vecina provincia de Asturias, así como en algunas partes de León -por ejemplo, en Carucedo, muy cerca de Las Médulas- reciben el nombre de xanas.
(5) Puede resultar interesante, añadir que una prueba de ello, la podemos encontrar en un capitel situado detrás del altar de la colegiata cántabra de San Martín de Elines, donde posiblemente el Maestro cantero dejó su huella personal con un símbolo muy similar, grabándolo debajo del cuerpo, entre las patas de lo que parece un buey. Animal, por otra parte, que toma especial relevancia en el Norte peninsular, cuyas testas resultan un motivo frecuente en su románico.
(6) Curiosamente, esta misma representación, entre otros motivos de origen visigótico, como el león, que también se localiza aquí, en San Xulián, se puede apreciar en el monasterio leonés de Santa María de Carracedo.

martes, 9 de abril de 2013

¿Templarios en Fuensaúco?



'Descubrió que hay, como mínimo, dos clases de seres humanos en el mundo: los que pasan por éste sin romperlo ni mancharlo, sin despeinarse (en el sentido taurino de la palabra), y los que buscan y a veces encuentran seres, hechos y cosas invisibles e impalpables detrás de las aspas de los molinos' (1).

Uno de los templos románicos más intrigantes de la provincia de Soria, tanto por su aspecto inconfundible de iglesia-fortaleza, como por las ocasionales señales –tanto por dentro, como por fuera- que inducen, cuando menos, a mantener la sospecha de una posible pertenencia en tiempos a la orden religioso-militar de los templarios, es aquél que, bajo la advocación de Nª Sª de los Ángeles –recordemos que ésta advocación, entre otros lugares, se localiza también en las hoces del Duratón, lugar de retiro de un santo, San Frutos, de características similares al Santo Patrón soriano, San Saturio-, se encuentra en la pequeña población de Fuensaúco.
Esta población, situada a apenas una quincena escasa de kilómetros de la capital, en las proximidades de la carretera nacional que se dirige hacia Ágreda –ciudad donde sí se tiene la certeza de que los templarios estuvieron instalados-, el mítico Moncayo y Zaragoza, bien pudo haber constituido en tiempos, también, no sólo parte de esa línea defensiva de la frontera del Duero, sino, a la vez, lugar de peaje y protección de los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela, siguiendo el denominado Camino Castellano-Aragonés. Peregrinos que, de hecho, paraban en la cercana población de Almenar para visitar uno de los santuarios más interesantes de la provincia: el de la Virgen de la Llana, en cuya ermita se encuentran conservados el arcón y las cadenas que mantenían prisionero al vecino de Peroniel del Campo (2), milagrosamente liberado y devuelto a casa, junto con su carcelero, por la intercesión de la mencionada Virgen. Arcón del que, considerado como una reliquia santa, los peregrinos extraían astillas, en la creencia de que les servirían de protección en su camino.
Así como la torre de la iglesia de Santo Domingo de Silos, en la población de Señuela, cercana a la villa de Morón de Almazán, el cuerpo principal de esta iglesia de Nª Sª de los Ángeles, en Fuensaúco, destaca por sus características almenadas, que la hacen poco menos que única en la provincia. Mantiene su cabecera o ábside, de forma semi-circular, con canecillos lisos y motivos foliáceos –incluidas piñas, alegoría de unión e inmortalidad- en los capiteles de sus ventanales, así como en aquellos que coronan los contrafuertes. Destacan, sobre todo en la parte posterior o norte, las marcas de cantero con forma de é mayúscula (E), y la portada de la entrada principal, aunque rural y de tosca labra, es muy similar a aquélla otra de la iglesia de San Juan Bautista, de la también cercana población de Tozalmoro, donde se recoge un abanico de alegorías simbólicas, que va desde los típicos motivos foliáceos, a personajes del Nuevo Testamento, ángeles, arpías y serpientes. La espadaña, queda situada entre el ábside y el cuerpo principal, y es precisamente en esta parte sur, donde se observan –aparte de alguna escasa marca de cantero, como la cruz con un agujero a modo de círculo en cada uno de sus cuatro extremos- grabadas en los sillares, dos cruces patadas, el tipo de cruz más utilizado por la Orden del Temple. Cierto que por sí mismas, no constituyen un indicio irrevocable de pertenencia, pues no olvidemos que este tipo de cruz era muy corriente y en muchos lugares se utilizaba como consagración de templos. Ahora bien, el enigma, se acrecienta en el interior del templo, donde no sólo la sospecha se ve confirmada por la presencia de varias cruces, también patadas, primorosamente pintadas en los laterales, al lado de las cruces de madera representativas del Vía Crucis, y de aspecto muy similar a aquellas otras que se encuentran en el interior del templo segoviano de la Vera Cruz. Por si esto no fuera motivo suficiente de intriga, las sospechas se acrecientan si se echa un vistazo a uno de los rincones del templo –el opuesto a donde se localiza la magnífica pila bautismal románica, cuyos motivos, conforman arcos superpuestos-, lugar en el que se amontonan varias estelas funerarias, de factura muy similar a aquéllas otras que todavía se conservan en el que fuera su monasterio de San Polo, situado, como ya se ha dicho, en las inmediaciones de la capital soriana y puerta de acceso a un lugar eminentemente mistérico, como es la ermita de San Saturio, asentada sobre un complejo de cuevas y de planta hexagonal.
Digno de mención es, así mismo, el detalle, no muy corriente, de que la iglesia conserva el empedrado original, y reseñables son, por otra parte, los motivos de sus capiteles. Entre ellos, caben destacar aquellos que muestran motivos foliáceos donde no falta un símbolo decididamente mistérico, como son las espirales, y una peculiar cabeza, muy similar –comparativamente hablando- a aquélla otra que, localizada en el interior de la iglesia de Nª Sª de la Asunción, denominan la cabeza del inca.
Estrecha, aunque de hermosa factura, es la escalera de caracol por donde se accede a la espadaña –muy similar, por su forma y características a la que hay para subir a la torre de la parroquial de Peroniel del Campo-, ya que la superficie de la planta almenada, está conformada por un tejado de teja. La campana mayor, es del año 1686 y tiene como motivo principal de decoración una cruz monxoi.
Por último, reseñar la presencia, en el muro sur, junto a las cruces patadas pintadas en la pared, de un curioso graffiti en forma de cruz, cuyos brazos terminan en pequeñas aspas y a mitad de ellos, brotan como pequeñas ramitas, significando, posiblemente, el árbol original –modelo que fue muy utilizado por el Temple- aquél que, según la tradición, brotó del cráneo de Adán y sirvió, posteriormente, como elemento de tortura y muerte del Salvador.


(1) Fernando Sánchez Dragó: 'El camino del corazón', Editorial Planeta, S.A., 10ª, mayo de 1991, página 92
(2) En Peroniel, todavía sigue en pie la casa del mencionado vecino. Oportuno sería, también, recordar que esta leyenda tiene sospechosas similitudes con otras leyendas similares, en las que se afirma que los cautivos eran templarios, recogiendo algunas fuentes que éstos fueron capturados, por ejemplo, durante el asedio de Almería.