domingo, 29 de mayo de 2011
'Cátaros y Templarios', Conferencia de Jesús Ávila Granados
martes, 24 de mayo de 2011
Los eremitorios de Cívica
No es casualidad que ponga esta pequeña disertación de Juan Ignacio Cuesta Galán, como prólogo necesario, en mi opinión, para la presente entrada. Nada conocía de Cívica y sus eremitorios, antes de echar un vistazo al capítulo y página reseñados más abajo. Y dado también que el sitio no se encuentra excesivamente lejos de Madrid -yo diría que a poco más de una hora- decidí, el pasado domingo, iniciar una primera exploración del lugar, motivado, así mismo, por una fotografía similar a la presente, que me pareció, sencillamente, interesante y evocadora.
El terreno, a partir de este punto, comienza a alternar monte y valle característicos de esta parte de la vega del Tajuña, hasta que llega un momento, cinco ó seis kilómetros más adelante, en el que te encuentras con la cascada. Está situada a escasos metros de la carretera, detrás de la línea de árboles que sustituyen a los guarda carriles de acero que delimitan la mayoría de las vías de comunicación, junto a un vergel foliáceo que se extiende al comienzo de una prominente formación rocosa. En las proximidades de la cascada, ya comienzan a advertirse algunas oquedades, parcialmente ocultas por la vegetación. Podríamos decir que es el prolegómeno a un pequeño mundo fantástico, en el que sobrevive, al cabo de los siglos transcurridos, una parte del ánima de aquéllos anónimos ingenieros del Espíritu que una vez lo habitaron.
Son varios los recintos que se localizan en este complejo hábitat natural, encontrándose las cuevas a diferentes niveles, como las celdas de una colmena, metafóricamente hablando. En este sentido, causa una cierta impresión, observar balconcillos y balaustradas de piedra -materia prima por antonomasia- delimitando las entradas; un detalle moderno, al parecer, que responde al intento de reproducir el complejo eremítico con el aspecto que se supone que tuvo en la época medieval.
Algunas de las cuevas son accesibles; como es de suponer, se trata de aquéllas que están situadas a ras de suelo. Merece especial mención, una en concreto que, cercana a la cascada y a la carretera, y dotada de puertas y ventanas ojivales de aspecto gótico, conserva algunos detalles de cierto interés. Rotos los candados -quién sabe cuándo y por quién- así como desvencijada la puerta, el pequeño mundo interior que se ofrece a la vista, muestra el esmerado aprovechamiento de un habitáculo dotado de dos niveles. En el nivel inferior, y a mano derecha según se entra, se observa que una parte considerable del lienzo rocoso ha sido labrado y rebajado, hasta conseguir la forma de pequeñas alacenas. Algo más allá, y al frente, se aprecian unos escalones perfectamente labrados en la piedra, que permiten el acceso a un piso ligeramente más elevado y dotado de una pequeña balaustrada, de piedra también, en la que se observan motivos pentagonales; es el acceso al lugar más íntimo del habitáculo, el sancta-samtórum donde probablemente dormía el ermitaño. Algunos sillares de piedra taponan, al fondo y a la izquierda, lo que parece ser una prolongación en la oquedad.
No obstante, donde mejor se advierte el impresionante trabajo de ingeniería desarrollado por estos desconocidos y anónimos topos humanos, es en el primer nivel de cuevas situado en la parte principal y más destacable del promontorio rocoso; allí, precisamente, donde el terreno se ve delimitado por una cerca de piedra, de idéntica factura a las que sirven de balconcillos o balaustradas de los pisos superiores y que posiblemente circundara, en tiempos, algún huerto, aunque en la actualidad constituya una pequeña selva, donde la vegetación campa a su libre albedrío.
La entrada, similar a la cueva que hemos descrito con anterioridad, en cuanto al estilo ojival de puerta y ventanas, reserva, sin embargo, ciertas curiosidades que merecen la pena reseñarse. De dimensiones aceptables, contiente cuatro espacios o celdas, perfectamente delimitados, comunicados entre sí por aberturas de forma ojival, labradas en la roca. No obstante, en una de llas, se advierten trabajos de albañilería en los que se utilizaron rocas y cantos para levantar un muro de separación, de manera que se tiene la impresión de que los habitáculos fueron amoldándose a medida de los inquilinos que iban a ocuparlos lo hacía necesario.
En el habitáculo situado a mano derecha, según se entra, aparte de las alacenas de piedra, se localiza una columna en su parte central. La altura no representa ningún problema y permite caminar con toda comodidad por el interior de la cueva. No se advierten marcas ni señales, grabadas en la roca; y para ser honestos, tampoco es posible especificar en qué época y por quién se realizaron estos trabajos. Pero el lugar, sin duda, resulta de lo más interesante -incluso místico- y no hay que descartar, a priori, sorpresas en este sentido si se tuviera la oportunidad de poder realizar una exploración a fondo en las cuevas del nivel superior.
sábado, 14 de mayo de 2011
Juegos, templarios y mitos
jueves, 5 de mayo de 2011
La encomienda templaria de Aberin
La encomienda de Aberin, por otra parte, quedaba situada en pleno camino jacobeo navarro, y como se puede apreciar en los vídeos, ha sobrevivido lo suficiente de ella, como para darnos una idea, siquiera aproximada, de cómo era en realidad: un extenso recinto amurallado, de forma cuadrada o rectangular, provisto de torres en cada una de las esquinas, aunque no todas ellas han sobrevivido. Un recinto, capaz de albergar, aparte de las caballerizas, los alojamientos de los freires y los graneros, un hospital para la atención de los peregrinos.
Hoy en día, éstas dependencias son de propiedad particular, y resulta previsible suponer que sus propietarios las utilizan para guardar sus aperos. Por desgracia, la visita, aunque fructífera, no fue completa porque la persona que tenía la llave de la iglesia no se encontraba en el pueblo.
Ahora bien, independientemente del simbolismo interior perteneciente a la iglesia de San Juan Bautista, el simbolismo exterior -principalmente los capiteles del pórtico de entrada- así como las numerosas marcas de cantería, dan óbice suficiente para la especulación:
Dejando a un lado los capiteles que muestran escenas más o menos conocidas e interpretables, como el de la Anunciación, uno que podría representar la conocida historia de Sansón y el león (3) y otro que muestra una lucha de guerreros en el que algunos autores creen ver a un soldado del Temple luciendo heráldica en su escudo, no deberían llamarnos demasiado la atención, las alusiones a la dualidad (4). Sin embargo, aquí, en los capiteles, la dualidad constituye un motivo que se repite con asombrosa frecuencia, aludiendo, también, en mi opinión, a la figura de Géminis o los Gemelos, representados, en algunos de los motivos, detalladamente unidos por la cabeza. Entrelazados sus cuellos, aunque menos elaboradas, se encuentran, así mismo, dos ocas, similar tipo de representación que las que podemos encontrar en uno de los capiteles del pórtico de entrada de la iglesia del Crucifijo de Puente la Reina. Las arpías, por regla general, asociadas con la maldad y el pecado, son otro de los motivos que también se localizan y repiten en los capiteles. Incluso las caras animales o monstruosas de cuya boca surgen lianas (5) similares en sentido y factura a muchas otras que se localizan en numerosos templos románicos, relacionados o no con el Temple, incluido el de Eunate, aunque en éste son dobles.
Existe, también, una gran variedad de marcas de cantería, cuya extensión se hace más patente n la zona absidial de la iglesia de San Juan Bautista. Entre ellas, se encuentra el báculo, presente en numerosos templos templarios, así como otra curiosa marca, con forma de i griega, que el investigador francés Louis Charpentier (6) cataloga dentro de los múltiples símbolos hallados en las polémicas tabletas de Glozel (7).
(1) La sugerencia me la comentó amablemente Rafael Alarcón Herrera, cuando abandonábamos la iglesia de la Asunción de Villatuerta y nos encaminábamos hacia la ermita de San Miguel.
domingo, 1 de mayo de 2011
El Cerco de Artajona
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'A la sombra de los templarios', Ediciones Martínez Roca, 3ª edición, octubre de 2004, página 174.