sábado, 15 de diciembre de 2012

La España de los Templarios os desea una Feliz Navidad



Este año se acaba. Viejo y cansado, se retira quizás a esas catacumbas del Yucatán cuyos fantásticos calendarios mayas, según algunos, predicen la inminencia del fin del mundo. Para ser sincero, creo que este año pasará, entre nosotros, no como el año en el que Dios se cansó de aguantar los deslices de una humanidad empeñada en tropezar siempre con la misma piedra y acabó dándoles con la piedra en la cabeza, sino como el año en el que la barbarie capitalista ha sido tan egocéntrica, egoísta y miserable, que con su corrompida manera de establecer aún más las diferencias de clases, estén promoviendo un apocalipsis que seguramente nada tenga que ver con aquéllas nefastas conjunciones con las que los astronómos mayas, desde lo alto de sus templos en las selvas profundas, predecían sus oscuras historias dignas de San Juan.
En realidad, siempre he pensado en la palabra Apocalipsis, como en lo que realmente significa: Revelación. Una revelación, que puede ser un Alfa y no un Omega, como se pretende hacernos creer, sobre todo en algunos medios informativos de dudosa objetividad. Una revelación, que puede dar al traste con antiguos conceptos y ser el fruto de conceptos nuevos, más dignos, más humanos, más equitativos. En definitiva, mejores.
Como apasionado del mundo templario, no puedo dejar de sorprenderme. Numerosos son los enclaves, confirmados o supuestamente a ellos atribuídos, en los que podemos encontrarnos con ciertos y paradójicos elementos, que nos pueden dar qué pensar. Me refiero a esos misteriosos caballeros esculpidos, generalmente en los capiteles interiores de los templos, a los que se denomina como Caballeros del Apocalipsis o Caballeros Cygnatus, y que siguen una trayectoria que se remonta en el tiempo a épocas y culturas diferentes. De alguna manera, también ellos fueron precursores de un Cambio: un cambio de religión, un cambio cultural, un cambio social...e incluso, en el caso que nos ocupa, también de un fin individual, el de la propia Orden del Temple. Pero si bien muchos de sus miembros acabaron en las hogueras inquisitoriales, el mundo continuó su marcha. Y la Orden, después de todo, también.
Yo quisiera pensar en el próximo solsticio, precisamente cuando Jano abre su gélida puerta, no como la puerta por la saldrá la gran prostituta de Babilonia montada sobre un dragón rojo y los siete ángeles tocarán sus mortales trompetas, sino más bien como la apertura de una puerta muy especial por la que vendrá un cambio; un cambio de actitud, a nivel mundial, que nos haga ver la necesidad de dar un giro a nuestra propia necedad, haciéndonos pensar que somos nosotros mismos quienes podemos empezar a construir un mundo mejor, más respetuoso con el planeta que nos cobija, menos egocéntrico y egoísta y más solidario.
Ese sería mi deseo para 2013. Por lo demás, creo que sobran las palabras. No obstante, sean en las circunstancias que sean, no puedo por menos que desearos, de todo corazón, una muy Feliz Navidad.


miércoles, 12 de diciembre de 2012

El mensaje universal de Río Lobos y los Custodios del Lugar Sagrado



'De modo que la verdadera historia de un pueblo no la encontraréis casi nunca en lo que de él se ha escrito' (1)
Antonio Machado


Posiblemente, tampoco la verdadera historia de los templarios se encuentre, ni en los ríos de tinta que sobre ellos han sido escritos, ni en los escasos testimonios sobrevivientes de su paso por el mundo medieval. Desde su creación, en oscuras y poco conocidas circunstancias, hasta su caída, a comienzos de aquél siglo XIV, en el que el gótico nos legó lo más impresionante de su novedosa concepción de lo sagrado, la aventura del Temple se diluye como vapor de agua en los albores de la apasionante historia medieval.
Por sus huellas los conoceréis, podrían aplicarse también estas palabras crísticas; y es, precisamente, a través de ellas, de sus huellas, como podemos hacernos una idea, al menos aproximada, de la verdadera naturaleza del espíritu templario: el templario era un soldado de Dios, sí, pero también, sirviendo a unos ideales cuya base posiblemente la proporcionara el propio Bernardo de Claraval -San Bernardo- en su Epístola 106 (2), podría definirsele como el guardián y el custodio, por antonomasia, del Lugar Sagrado. De manera categórica o documentada, o por el contrario, aplicando las bases proporcionadas por la leyenda y la tradición, podemos hacernos eco de esta característica, inherente a todo guerrero místico -templario o no-, si somos capaces de apartar de nuestra mirada los enigmas asociados que han hecho que el interés por el Temple sea poco menos que universal y nos dejamos llevar por la importancia del aliento espiritual latente en muchos de los lugares donde se establecieron. Precisamente, dos de los lugares que mejor podrían dejar de manifiesto la cuestión aquí planteada -sin desmerecer muchos otros, desde luego- son, en mi opinión, el Cañón del Río Lobos, en la provincia de Soria y el peculiar Bierzo leonés.
Especiales por merecimiento propio, y lejos de servir a unos intereses estratégicos que sí se dieron en otros lugares de la Península, estos dos enclaves poseen los suficientes elementos mistéricos y espirituales, como para servir de ejemplo de todo cuanto se ha dicho hasta el momento. En el caso de Soria y su Cañón del Río Lobos -que comparte con la no menos interesante provincia de Burgos- basta contemplar esta auténtica maravilla natural desde el mirador de la Galiana, para darse cuenta, al menos de una manera intuitiva, si se prefiere, del por qué ha constituído un foco de admiración y veneración de numerosas culturas que se remontan, cuando menos, a ese fascinante periodo histórico conocido como Neolítico.
Ahora bien, independientemente de todos los enigmas y misterios añadidos a la singular ermita de San Bartolomé (3), aún quedan rastros de esa neolítica veneración, cuyas leyendas -¿hemos de suponer, que recogidas y posteriormente transmitidas también por los celosos fratres milites?- coinciden, sorprendentemente, con las que se conservan en otros lugares no menos relevantes y especiales. Reseñable resulta añadir, pues, que si aquí tenemos una roca de más que probable origen megalítico, donde según la leyenda, quedaron ideleblemente marcadas las huellas de las patas del caballo de Santiago cuando saltó desde uno de los farallones cercanos tratanto de huir de la persecución sarracena (4) a la que se veía sometido, ésta misma tradición, con piedra y huellas incluídas, se recoge también en otro lugar tan fascinante, pródigo en vestigios megalíticos y con probable presencia templaria, como es la cima del Monsacro asturiano. Eso, por no mencionar, así mismo, la no menos fascinante coincidencia de la veneración a la figura de la Gran Diosa Madre, presente también en ambos lugares.


Por otra parte, quien haya tenido la fortuna de viajar -siquiera durante un breve espacio de tiempo- por el Bierzo, no tardará mucho en sacar similares conclusiones. Sobre todo si, haciendo el recorrido como lo haría un peregrino viniendo de Astorga, comienza sentirse inmerso en un imaginario Ouroboros, en el que cabeza y cola, tienen un denominador común: la Orden del Temple. Un círculo impresionante, que se cierra sobre un territorio eminentemente mágico, o especial, si se prefiere y que, incluyendo lugares como Rabanal del Camino, Fontcebadón, Manjarín, El Acebo, Compludo, Molinaseca, Ponferrada, Carracedo, Priaranza, Carucedo, Las Médulas, Cornatel, Corullón o Villafranca -por citar algunos de los ejemplos más relevantes- coincidía con el comienzo de otro círculo no menos sagrado y especial, que penetraba en la magia de Galicia a través del puerto de O Cebreiro.
Por eso, creo que conviene replantearse dónde reside el interés real, y pensar en la importancia del Lugar, mucho más que en el simbolismo deteminado o las actividades a que se sometían los hermanos fratres y el verdadero papel que tuvieron como Custodios, en definitiva, de la Tradición.


(1) Agradezco el recuerdo de ésta pequeña gran verdad de Don Antonio Machado, al infatigable y prolífico escritor de la España mistérica, Jesús Ávila Granados. De no haber vuelto a repasar su excelente libro 'A través de la España oculta', Editorial Aladena, S.L., 2009, no me hubiera tropezado con ella, en ese sabio prólogo por él imaginado.
(2) 'Más cosas encontraréis en los bosques que en los libros; los árboles y las piedras pueden haceros ver lo que los maestros nunca sabrán enseñaros. ¿Pensáis acaso que no podéis libar miel de las piedras, aceite de la roca más dura?. ¿Será que las montañas no destilan dulzura?. ¿Será que las colinas no maman leche y miel?. ¿Será que los valles no están llenos de trigo?. Tengo tantas cosas que deciros, que apenas sí puedo contenerme...'.
(3) Aunque parezca mentira, comenzó a ser tardíamente conocida, cuando a finales de los años setenta y principios de los ochenta, algunos investigadores de la España mistérica comenzaron a airear su existencia en libros y revistas especializadas, que no tardarían en causar furor en el público en general, fomentando un interés que se ha mantenido vigente hasta la actualidad, hasta el punto de constituir uno de los centros más conocidos y visitados, no sólo de la provincia, sino también de toda España.
(4) En realidad, no hay vestigios de tal presencia, al menos en lo que al interior del Cañón se refiere.


sábado, 8 de diciembre de 2012

Aras paganas, Diosas Madre, Vírgenes Negras y tradiciones en Tejeda de Tiétar


[Ara votiva romana, denominada 'la Muerte Pelona']

Numerosos son los testimonios gráficos que, repartidos como las piezas de un puzzle monumental, se localizan a lo largo y ancho de la geografía peninsular, permitiéndonos conocer, siquiera de una manera bastante más que hipotética y superficial en muchos casos, las inquietudes espirituales de los pueblos que nos precedieron. Tejeda de Tiétar, evidentemente, no es una excepción. De su pasado, rico e interesante, a juzgar por los restos que han llegado hasta nosotros, deja constancia y testimonio el paso de numerosos pueblos y culturas, siendo, quizás, las más notorias, por su proximidad histórica, la celtíbera, la romana, la visigoda, la árabe y la cristiana, sin menospreciar, ni mucho menos, aquéllas culturas anteriores y de características neolíticas, de cuya existencia, aún se converva algún enigmático testimonio, como puede ser el dolmen que se encuentra en la cercana población de Jaraiz de la Vega.
El hallazgo de muchos de estos restos o fragmentos históricos demuestra, una vez más, que los cultos, como las costumbres, se superponen -de similar manera, a las capas estratográficas de la tierra, y buena prueba de ello, lo tenemos en el ejemplo de Troya- y a la vez se imponen unos a otros, dependiendo de una circunstancia histórica, tremendamente simple: el pueblo que conquista, impone su cultura y sus reglas. Un ejemplo claro, lo tenemos en la que aquí, en Tejeda, denominan la Muerte Pelona. O lo que es lo mismo, un fragmento de ara votiva romana, que se localiza en territorio celtíbero y que ahora forma parte del relleno mural de una iglesia cristiana.
Lo interesante de este ara votiva romana que, como se ha dicho varias veces, forma parte del relleno del muro sur de la iglesia de Nª Sª de la Torre, radica, fundamentalmente, en dos detalles singulares: la imagen del danzante o bailarín y la referencia a unas oscuras divinidades, a las que se denomina Selais Duillas, y a las que, dicho sea de paso, se relaciona con la vegetación. Unas divinidades, en cuyo honor el ritual de la danza parecía tener una importancia más que relativa y podria estar relacionado con los cultos propiciatorios a la fertilidad, tan comunes entre los diferentes pueblos del pasado. Otro detalle relacionado, podrían ser, así mismo, las numerosas fuentes situadas en las proximidades, algunas bautizadas en periodos posteriores, con significativos nombres, como la Fuente de la Oca.
Aunque se ignora en qué época exactamente surge la tradición de arrojarle piedras, sí parece cierto que ésta se hizo con la connivencia de los poderes eclesiásticos, obedeciendo a una constatada intención de satanizar y eliminar todo interés popular por los antiguos cultos. 

[Probable altar de origen celtíbero y figura de Diosa Madre]

Pero es en el muro norte, donde aún se pueden distinguir algunas toscas marcas de cantería, donde nos encontramos con otro apasionante enigma que, de igual manera que el ara votiva romana, ha sido utilizado como material de relleno. A juzgar por sus características, podría tratarse, efectivamente, de una antigua ara celtíbera. Presunción que se justifica, en buena medida, en la especie de canalillo y desagüe que se aprecian en la parte superior. Algo más abajo y bastante desgastado por el tiempo y la erosión, aún es posible ver una curiosa figura. Una figura que, aunque tosca, permite entrever un perfil singular, en el que destacan dos enormes pechos.

[Figura de Diosa Madre resaltada]

Un perfil muy similar, en esencia, a aquellos otros que se han localizado en numerosos lugares de Europa, y que indicaría la pervivencia, aún en tiempos de la conquista romana, de los primigenios cultos a la figura de la Gran Diosa Madre. Un perfil que, si lo observamos con atención, sigue los mismos patrones que aquéllas otras figurillas del Neolítico, como la denominada Venus de Willendorf, que nos ofrece una idea de los antiquisimos cultos de origen lunar y matriarcal que se desarrollaron en Europa desde tiempo inmemorial. Cultos que, de alguna manera, continuaron manteniéndose a lo largo de los siglos, en las no menos enigmáticas figuras de las Vírgenes Negras, cuya proliferación, por alguna razón determinada, parece que fue mucho más explícita en países como Francia y España, siendo estos dos los que reúnen, en su haber, el mayor número de representaciones figurativas de ésta índole.

[Virgen de la Torre]

Una prueba de ello, lo tenemos, tal y como hemos visto en las entradas anteriores, en la figura de la Patrona local, la Virgen de la Torre, en cuya rehabilitación, se descubrió que era negra, como así dejan entrever algunas de sus características: hierática, entronizada, con la mano derecha desproporcionada, sin apego hacia la figura del Niño y con el color verde de su manto, entre otras características. De la proliferación de elementos pertenecientes a la cultura megalítica, Extremadura -aún a pesar del poco interés desarrollado a lo largo de la Historia por su estudio y conservación, como también se ha comentado en entradas anteriores- aún conserva una riqueza muy digna de tener en cuenta. De hecho, en las cercanías de Tejeda de Tiétar, es reseñable el dolmen o los dólmenes de Jaraiz de la Vera. Sin embargo, de entre todas las imágenes marianas de características Negras que se pueden localizar en la región, la más universal, qué duda cabe, es la Virgen de Guadalupe, presente, sobre todo en figuraciones de origen pictórico, en casi todos los templos de la provincia, y cuya imagen homónima, situada en la capital mejicana, todavía mantiene en jaque a los investigadores, no tan sólo por sus singulares características -como el origen de algunos de sus pigmentos- sino también por la increíble sucesión de imágenes que se pueden ver en sus retinas. Con tales antecedentes, y tal riqueza del pasado, difícil es no presentir -con o sin documentación que lo avale- la presencia y el interés del Temple por el lugar; sobre todo, si tenemos en cuenta que éstos, de alguna manera que se presiente en cuanto a los lugares donde se establecían, fueron los auténticos guardianes de los lugares mágicos y sagrados peninsulares. En definitiva, cristianos sí, pero también guardianes inexorables de la Antigua Tradición.


 [Virgen de Guadalupe]
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