lunes, 1 de octubre de 2012

Una Virgen Negra extremeña: la Virgen de la Torre



'En los templarios, hay una marcha inexorable, meditada y precisa, hacia las fuentes remotas de la historia humana, que es, al mismo tiempo, la historia de las experiencias trascendetales de la humanidad...' (1).
En realidad, no debería de sorprendernos en exceso la presencia de una Virgen Negra aquí, en Tejeda de Tiétar, si tenemos en cuenta los antecedentes cultuales de la zona, sin olvidar, por otra parte, que precisamente de la siempre enigmática región extremeña procede, también, unas de las imágenes marianas más misteriosas, milagreras y mundialmente conocidas y veneradas, como es la Virgen de Guadalupe. De hecho, en la misma iglesia de San Miguel -receptora, como vimos en la entrada anterior, de una pequeña colección de imágenes de diversa época, advocación y procedencia, pero que cuentan con un gran fervor popular- no falta un cuadro, situado al final de la nave, que la representa y nos la recuerda. Y en tal recuerdo, no puedo olvidar aludir, siquiera en unas breves líneas, el extraordinario caso de su homónima mejicana, que ha traído de cabeza -y de hecho, continúa haciéndolo- a multitud de expertos e investigadores, que todavía no terminan de comprender por qué en sus ojos se mantienen grabadas imágenes de distinta época y condición, como si de un negativo fotográfico se tratara (2).
Procedente de una ermita situada dentro de los márgenes de una finca particular -donde antiguamente se celebraba romería, detalle a tener en cuenta, todos los lunes de Pascua, y en la actualidad convertida en establo y henar- al decir del profesor Domingo Montejo Aparicio -conocido, entre otras cosas, por su experta opinión sobre los diferentes retablos mayores de la zona- nos encontramos, en la presente atalla, con la imagen más antigua y de policromía original mejor conservada de la comarca de La Vera. Una imagen, datada en el siglo XII, conclusión aportada por el catedrático de restauración D. Francisco Arquillo Torres, de la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, quien procedió a su restauración en el año 1989. Y es precisamente aquí, durante la citada restauración, donde comienza parte del enigma de esta hermosa imagen.


Teniendo en su haber la restauración de imágenes tan importantes como la citada Virgen de Guadalupe y La Macarena, el profesor Arquillo descubrió que el rostro de ésta Virgen de la Torre era moreno, siendo sus comentarios posteriores, el haber optado por conservar la policromía actual -blanca-, por respeto a la devoción de los fieles tejedanos. Ahora bien, durante la restauración, parece ser que -según me comentó Mª Pilar Suárez, natural de Tejeda, aunque residente fuera del pueblo, como ya tuve ocasión de comentar en la entrada anterior, dedicada a la iglesia de San Miguel- se alteraron algunos detalles de la imagen, que conviene reseñar.
En primer lugar, se le añadió una peana; añadido que imposibilita comprobar el pequeño habitáculo que tenía para contener reliquias. Nada se sabe, por supuesto, de si alguna vez llegó a albergar alguna reliquia, ni mucho menos, su procedencia. La corona, también ha sido alterada. Sobre todo, cuando, en realidad, se trataba de una corona lisa, la que ceñía originalmente la cabeza, a la que se añadieron picos o diamantes, haciéndola similar al modelo de coronas regias de la época. Y la mano derecha, precisamente aquélla que, de aspecto desproporcionado, sujeta la tradicional bola -un concepto considerado como de posible heredad egipcia, donde más de un autor señala el conocimiento por parte de éstos de la esfericidad de la tierra, y herético, por supuesto, en los ambientes tanto eclesiales como laicos medievales- cuya posición, parece ser que era mucho menos elevada que la que tiene ahora.
Dentro de la originalidad de su policromía, cabe destacar el color verde -un color asociado tradicionalmente a las Vírgenes Negras- no sólo del manto que recubre la figura desde la cabeza, sino también, del vestido sobre el que, en época indeterminada, cabe suponer que se aplicó el color rojo que luce hoy, detalle que aún se puede apreciar en algunos de los desconchones situados a la altura del pecho. Curiosamente, y dado que este tipo de representaciones suelen ser también identificadas con la figura de la reina de Saba (3), la talla sólo muestra un pie al descubierto, el izquierdo, permaneciendo el derecho oculto dentro del vestido, quizás aludiendo, simbólicamente, a ese defecto característico de dicha reina, que posteriormente daría origen a ciertas leyendas, como la de la Reina Pedauque -Pie de Oca- y el hada Melusina.
Por los desconchones, así mismo, se podría afirmar que, aparte de la lejanía afectiva característica entre Madre e Hijo en este tipo de figuras, el color de las vestiduras del Niño, también debieron de ser verdes en sus orígenes. Al contrario que la Madre, el Niño porta la bola en su mano derecha. Aunque no siempre es así, en este caso, coincide el color de los cabellos de ambos: oscuros, negros...como una posible referencia a esa tierra semita, egipcia, que se supone fue cuna de la Alquimia.
En definitiva: a pesar de que su origen e introductores continúan siendo un completo misterio -tácheseme de visionario, pero no descartaría, ni por un momento, la probable sombra del Temple detrás- la presencia aquí de una imagen de semejantes características, no deja de ser, en el fondo, y bajo mi punto de vista, una reposición, convenientemente enmascarada, de los antiguos cultos a la figura ancestral de la Gran Diosa Madre, de prolífica presencia en la región, y desde luego, en la zona.

 

Apéndice: De lo milagroso de su aparición, cuenta una leyenda, que se descubrió mediante el comportamiento inusual de un toro -el antiguo culto táurico, quizás traído por los pastores tramontanos del Norte- que solía alejarse todos los días del resto del rebaño, siguiendo siempre una determinada dirección. En una de las ocasiones, el vaquero lo siguió, encontrándolo reclinado sobre la imagen de la Virgen, que había desenterrado junto al tronco de un roble, árbol éste, sagrado entre los celtas.
Otra versión de la leyenda, señala que fue descubierta por la yunta de bueyes -se reafirma, al menos la versión táurica- que manejaba un labriego. Versión, similar, por no decir idéntica, a la de la Virgen del Mirón, en Soria.

(1) Juan García Atienza: 'Guía de la España mágica', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1981, páginas 324, 325.
(2) Juan José Benítez: 'El misterio de la Virgen de Guadalupe', Editorial Planeta.
(3) Soy negra, hijas de Jerusalén, pero hermosa...