martes, 9 de marzo de 2010

San Bartolomé y la enigmática coincidencia de Juan García Atienza

Sin duda uno de los temas más fascinantes relacionados con esta ermita de San Bartolomé, es la enigmática coincidencia dada a conocer por Juan García Atienza, cuando, allá por el año 1979, publicaba su libro La meta secreta de los templarios. Hasta entonces, bien se podría decir que tanto la ermita de San Bartolomé, como el Cañón del Río Lobos, donde se asienta, eran lugares poco menos que desconocidos para el mundo, a excepción, claro está, de los vecinos de los pueblos de alrededor, como Ucero, Nafría, Arganza o Santa María de las Hoyas, sólo por citar varios ejemplos, entre otros muchos. Es posible que también tuvieran un primigenio conocimiento del lugar, algunos viajeros románticos, tipo Lord Byron, empeñados en realizar un viaje iniciático por un país variopinto pero arcano y sin duda, peculiar en sus tradiciones.
Viajeros que, alentados sin duda por las historias de los lugareños, variaban el rumbo de su camino con la única intención de conocer lugares desconcertantes y mágicos, en busca de una Verdad trascendente; y en el caso que nos ocupa, es posible que lo encontraran no sólo en la laboriosa y complicada simbología de que hace gala la ornamentación de la ermita, sino, también, en la precisión, digamos que aritmética, de su impresionante situación.
Tal debió de ser, posiblemente, la impresión de Atienza, infatigable investigador de la España mágica y mistérica, cuando hizo su notable descubrimiento, posiblemente sugerido, como piensan muchos otros investigadores hoy en día, por este curioso canecillo con forma de pata de oca, cuya fotografía ilustra el principio de la presente entrada.
También parece cierto, que fue a partir de ésta época, y del auténtico río de tinta que sobre el tema y el lugar comenzó a circular, como el Cañón del Río Lobos y su ermita templaria de San Bartolomé se convirtieron poco menos que en lo que son hoy: lugares de culto para los amantes del esoterismo y de los misterios sin resolver.
Afirmaba Atienza, poco más o menos, que la ermita de San Bartolomé constituye el eje imaginario, por decirlo de alguna manera, que marca una distancia equivalente con los dos cabos más septentrionales de la Península Ibérica: Finisterre y Creus.
[continúa]