El castillo de Montalbán
Montalbán, o Monte Blanco. Situado al sur de la provincia de Toledo, y a 13 kilómetros del municipio de la Puebla del mismo nombre, el castillo de Montalbán constituye, como así lo atestiguan las crónicas, uno de los principales bastiones que tuvo el Temple en la región.
Al contrario de la problemática que conllevan numerosos lugares a la hora de certificar la presencia o pertenencia de la Orden -motivo de interminables quebraderos de cabeza y disputas entre los investigadores- con el castillo de Montalbán, se dispone de una evidencia histórica, que nadie parece poner en duda. Dicha evidencia, se basa en la donación realizada por el rey Alfonso VII a los frates milites, como premio por su participación en la conquista de Toledo.
Aunque el tiempo no perdona y el escaso y en ocasiones nulo interés de los organismos competentes, tampoco, la impresión que se tiene al acercarse a las ruinas, es de que en tiempos debió de albergar una guarnición considerable, o en su defecto -como opina más de un historiador- constituir un lugar de reunión para las tropas que habrían de participar en las distintas ofensivas llevadas a cabo por los reinos cristianos durante la Reconquista.
Cabe destacar, como dato, si no relevante, al menos sí interesante, su cercanía a lo que otrora fuera el complejo monástico visigodo de Santa María de Melque, así como también la existencia, a aproximadamente un par de kilómetros de distancia, de restos dolménicos, detalle que puede justificar, en parte, las teorías de algunos investigadores, relativas al interés que los templarios parecían tener por este tipo de lugares. De hecho, no son pocos los enclaves a ellos atribuidos, situados en las proximidades de centros megalíticos y otros asentamientos de culto ancestral.
Dado que se tiene constancia de que era una fortaleza mucho más pequeña cuando fue abandonada por los musulmanes una vez conquistada Toledo, cabe suponer que el Temple contribuyó en gran medida a su conservación, aunque fue con posterioridad al año 1308, cuando se tiene la certeza de que Don Alfonso Fernández Coronel -por aquél entonces enemistado con Pedro I el Cruel- procedió a su reforma, añadiéndole nuevas defensas.
Por otra parte, una de las singularidades que se pueden encontrar en su interior, es la gran cantidad de marcas de cantería que se localizan en numerosos de sus sillares y que perfectamente podrían coincidir con el periodo en que la fortaleza estuvo en poder del Temple. Al menos, algunas de estas marcas, como por ejemplo la estrella de cinco puntas, resultan fácilmente localizables en otros edificios pertenecientes a la Orden, como es la ermita de San Bartolomé de Ucero, en el Cañón del Río Lobos.
No cabe duda, así mismo -y este es un dato curioso- que en cualquier lugar asociado con el Temple, por regla general sobrevive una tradición oral que genera toda clase de historias y leyendas. De tal manera que, no siendo una excepción a la regla, el castillo de Montalbán conlleva la asociación de varias leyendas. Por ejemplo, aquélla en particular que menciona entre sus muros la presencia de todo un personaje histórico de primer orden: el emperador Carlomagno.
Rodeada de un ambiente inigualable de magia y misterio, la leyenda, basada en relatos trovadorescos medievales relacionados con la juventud de Carlomagno, refiere los amores entre éste y la princesa mora Galiana, hija del rey Galofre de Toledo.Otras leyendas, refieren, también, la existencia de cámaras y galerías subterráneas ocultas, incidiendo en que alguna llegaría hasta la cercana ermita visigoda de Santa María de Melque, situada, aproximadamente, a tres o cuatro kilómetros de distancia.
Puede que, basadas en ellas, o posiblemente formando parte de esa otra mitología moderna, como las leyendas urbanas, sean muchos los relatos que sitúan este espectacular castillo como epicentro donde se producen fenómenos sobrenaturales de variada índole. Incluso hay quien, a través de esta formidable herramienta de comunicación que es Internet, comenta sus experiencias en el ámbito de las denominadas Paraciencias, aprovechando la idoneidad que representa un lugar completamente aislado, para registrar grabaciones; lo que, en el ámbito paracientífico al que nos referíamos, se conocen como psicofonías.
Sea como sea, lo que resulta evidente, es el hecho de que, al igual que ciertas construcciones relacionadas con el Temple -el mejor ejemplo, lo puede constituit, probablemente, el castillo de Ponferrada- esta imponente fortaleza situada en los páramos toledanos se ha convertido -aparte de coto privado de caza, que imposibilita su visita en el periodo comprendido entre febrero y mayo- en un verdadero lugar de culto, en el que no resulta extraño encontrarse con toda clase de personas, incluidas sectas y grupos de neotemplarios, entregados a diversas prácticas y actividades.
Non nobis, Domine, non nobis, sed Nomini tua da gloriam...
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