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Mostrando entradas de enero, 2011

Un alto camino de Ucero y Río Lobos: Barcebal

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A una distancia aproximada de seis kilómetros de El Burgo de Osma, y en dirección a Ucero y el Cañón del Río Lobos, un cartel situado a pie de carretera señala, apuntando hacia una zona donde se alterna el monte bajo y los campos de cultivo, el curioso nombre de una pequeña población, Barcebal, y también una insignificante distancia, cinco kilómetros, que merece la pena salvar, siquiera por intentar acceder a uno de los mayores enigmas marianos de la provincia: la Virgen negra del Espino, hermana, dicho sea de paso, de la otra Virgen que, con idéntica advocación, se custodia en la catedral burgense. La tradición las considera hermanas, entre otras cosas, porque conviene en señalar que ambas fueron realizadas con la misma madera. E n realidad, el nombre completo del pueblo -según me comentó don Florentino Arribas, su alcalde, y por añadidura una persona encomiable, a la que siempre estaré agradecido por su disposición, su paciencia y su infinita amabilidad- sería el de Barcebal del Mont

Enigmática Caracena

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C aracena, lugar que antaño tuvo la categoría de Villa y Tierra, agrupando al menos a una treintena de pequeños pueblos de alrededor, y que hoy, por esas imprevisibles vicisitudes del destino, apenas constituye un pinturesco enclave, en el que viven, obstinadamente apegados a sus raíces, una decena escasa de vecinos. Población cercana a Tiermes que, de hecho, se ve ligeramente aumentada en épocas de estío, con la afluencia intermitente de foráneos, atraídos, sin duda, por el aspecto medieval de sus casas, el entorno -agreste, pero hermoso sobre el que se asienta- el románico y los numerosos enigmas que ni siquiera el tiempo, que en ocasiones quita tanto como otorga en otras, ha sido capaz de desvelar, al menos, satisfactoriamente. S iquiera de una manera somera y subjetiva, como ocurre con numerosos lugares de nuestra geografía, la sombra de una hipotética presencia del Temple planea sobre el lugar, de similar manera, comparativamente hablando, a como una variada gama de aves rapaces l

Templarios en Conquezuela

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H ablar de Conquezuela conlleva, inevitablemente, hacer alusión a uno de los numerosos lugares, no sólo de la Península Ibérica sino también repartidos a todo lo largo y ancho de nuestro mundo que, por sus especiales características, suelen ser denominados como Lugares de Poder . No soy partidario de ésta denominación, y sí de aquélla otra que hace referencia a un concepto más acorde con el universo sensorial, que es, en definitiva, sobre el que se manifiestan y que los hace, a la postre, diferentes: el Espíritu. Prefiero, pues, denominarlos como Lugares del Espíritu . C omo lugar, por tanto, del Espíritu, ésta pequeña matriz que conforma la Cueva de Santa Cruz de Conquezuela ha captado la atención del espíritu humano, al menos desde tiempos inmemoriales como pueda ser, por ejemplo, la Edad del Bronce. De la Edad del Bronce son, a juicio de los expertos, los testimonios que, de una manera poco menos que milagrosa, han sobrevivido a lo largo de milenios. Éstos se reducen, poco más

La Cuesta: un enigma de las Tierras Altas sorianas

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A 13 kilómetros de San Pedro Manrique, y a unos 3 kilómetros, aproximadamente, de Villar del Río y de Yanguas, junto a la Sierra del Alba y el Hayedo de Diustes, donde nace el río Milanos, se localiza este curioso pueblecito de La Cuesta. Se podría considerar definitivamente despoblado, si no fuera porque un matrimonio, sin lugar a dudas audaz y emprendedor, decidió un buen día rehabilitar una de las viejas casonas de piedra y convertirla en casa rural. Una casa rural que, de nombre el Pajar del Búho, cuenta con todas las comodidades habidas y por haber, constituyendo, de hecho, una estupenda base de operaciones para todo aquél interesado en recorrer éstas singulares Tierras Altas. H ay también quien, bien por haberse hecho con los derechos de propiedad, o bien por cuestiones familiares, emplea los fines de semana o los periodos de vacaciones, en rehabilitar alguna de las muchas casonas que, cuál fantasmas en un camposanto, sufren el silencio y el olvido, roto en ocasiones por alguna