martes, 8 de febrero de 2011

Albendiego y la iglesia de Santa Coloma

El hecho mismo de buscar hoy los lugares de la aventura templaria peninsular es, en sí, la aventura apasionante de una búsqueda en el terreno de lo insólito. La sombra fantasmal de los freires iniciados se cierne sobre sus viejos enclaves desmochados y sigue transmitiendo el mensaje que nunca llegaron a hacer público, pero que confirmaron con su presencia.
[Juan García Atienza (1)]
No lejos de las tierras sorianas, y relacionados tradicionalmente -insisto en la palabra- con la Orden del Temple, varios lugares nos ofrecen, no sólo la magia propia de la arquitectura sagrada de sus templos y los mensajes en clave de las hermandades compañeriles que los construyeron, sino también, la aureola de salvaje misterio del peculiar entorno en el que se asientan. De entre estos lugares, situados a la vera de un arcano enclave de culto arévaco, como es la Sierra de Pela y su monte más alto, el Santo Alto Rey -donde el Ejército del Aire, mantiene una base de seguimiento de aviones- destacan, de manera singular, dos sorprendentes lugares, que en modo alguno dejan indiferente a cualquier forastero que pase por allí, independientemente de cuáles sean los motivos que lo guíen: Albendiego y Campisábalos.
Albendiego es un pequeño pueblecito, situado en las estribaciones de la mencionada Sierra de Pela, al comienzo del desvío hacia Condemios, a un kilómetro de Somolinos y su peculiar laguna natural, y a una decena de kilómetros, aproximadamente, de Campisábalos y el despoblado de Villacadima, en la frontera con las provincias de Soria y Segovia, siendo algunas de las referencias cercanas más relevantes, la segoviana y monumental Ayllón, o las sorianas Pedro, con su ermita hispano-visigoda del siglo VII, el espectacular yacimiento de Tiermes o Termancia, y la emblemática Caracena.

De hecho, por Albendiego, pasaba antiguamente un ramal secundario del Camino de Santiago que, partiendo de Cuenca, continuaba también por Campisábalos y Ayllón, uniéndose en Burgos con el denominado Camino Francés. No es de extrañar, por tanto, que aún se recuerde en la memoria colectiva de la zona, la existencia, en tiempos, de hospitales para la atención de los peregrinos -de los que, en la mayoría de los casos, no queda rastro físico alguno- y la presencia de órdenes monásticas de diverso rango y condición, como los canónigos de San Agustín, los Templarios o los Hospitalarios.

Resulta anecdótico, cuando no curioso al menos, si se tiene la oportunidad de hablar con alguno de los ancianos del lugar, constatar la utilización del término hospitalario al referirse a algún personaje mediático, como, por ejemplo, el caballero Galindo o San Galindo del cercano pueblo de Campisábalos. Calificativo que puede conllevar varias interpretaciones, de similar pero a la vez distinto carisma, como indicar la pertenencia del personaje en cuestión a una orden determinada, como es la del Hospital de San Juan de Jerusalén o simplemente -interpretación que me parece posiblemente más acertada en este caso- definir una cualidad humana acorde a la época y a las necesidades de las grandes peregrinaciones, formando parte del engranaje socio-económico y el auge de poblados y ciudades, a medida que se iba reconquistando el territorio pensinsular.

En este contexto, cabe reseñar que ésta función hospitalaria no era exclusiva ni específica de una orden determinada, y hay constancia, siquiera sea de manera oral o tradicional, de la presencia por la zona de las órdenes anteriormente mencionadas, detalle que dificulta, aún más si cabe, una correcta y mejor atribución, ante la desafortunada escasez de testimonios escritos.

Ahora bien, oficialmente, se relaciona a ésta iglesia de Santa Coloma de Albendiego con los canónigos de San Agustín, básicamente con motivo de la existencia de una carta remitida a ésta comunidad de monjes por don Rodrigo, obispo de Sigüenza en la fecha de la misiva -1197- eximiéndoles del pago de diezmos e impuestos y haciéndoles donación de tierras y viñas para su sustento (2).

Los orígenes de los Canónigos de San Agustín, se remontan al año 388, cuando éste decide entregarse a la vida monástica. De San Agustín, reciben la denominada Disciplina Monasterii, que a la vez, se complementa con la Regula Secunda, por que se dictaminan unas sencillas reglas de vida en comunidad (3). Este es un detalle importante, porque ésta Regla servirá en el futuro como modelo por el que se regirán las comunidades religiosas de nueva creación, y por ella, se regularon también los templarios en sus primeros tiempos (4).

De acuerdo con esto, son numerosos los investigadores -entre ellos, el mencionado Rafael Alarcón- que coinciden en señalar la coincidencia de ambas instituciones en numerosos lugares de la Península, así como la inconveniencia añadida a la escasa documentación conservada, sobre todo en relación a la Orden del Temple -cuando no, convenientemente ocultada o destruída-, detalles que contribuyen a generar confusión y reticencia a la hora de señalar autoría, como ya hemos visto.

Sin embargo, en este caso de Albendiego, como en muchos otros lugares dentro y fuera de la provincia de Guadalajara, son numerosas las referencias que de manera oral insisten en la presencia de los freires milites del Temple. Desvirtuadas con el paso del tiempo, también es cierto, y consideradas poco menos que cuentos y leyendas, señalan también a éstos en uno de los lugares más enigmáticos y sacro-santos de cuantos se localizan en los alrededores: la ermita del Santo Alto Rey, situada a 1950 metros de altitud, en la cima del pico de dicho nombre. Leyendas que hablan, así mismo -detalle que me parece bastante más improbable, porque de ser cierto, constituirían una obra de ingeniería que dejaría pequeñas incluso a las grandes pirámides de Egipto- de túneles que conectarían la iglesia de Santa Coloma con ésta mencionada ermita del Santo Alto Rey.

Lo que no deja de ser una constante comprobable, es la presencia de numerosas cruces paté -y no precisamente de consagración, conviene dejar claro este detalle- que se pueden localizar tanto en el exterior como en los capiteles interiores de la iglesia. También es constatable, la presencia de otro tipo de cruz, utilizada tanto por templarios como por hospitalarios: la cruz de ocho beatitudes. Cruz en la que, por añadidura, hay investigadores que suponen que contiene un tipo de alfabeto críptico y secreto, utilizado por el Temple (5). Ambas cruces, conforman parte y protagonismo dentro de la espectacular significancia sagrada que conforman las celosías del ábside, y en mi opinión -aparte de los numerosos considerandos esotéricos y filosóficos que puedan sugerir- constituyen una clave sincrética, que rinde homenaje, cuando menos, a las tres religiones principales: cristianismo, islamismo y judaísmo. Un sincretismo sinárquico, si se me permite la expresión, acorde, hemos de suponer, a los planteamientos filosóficos del Temple y su acercamiento siempre sospechoso a otras culturas y formas de pensamiento.

Rompe, no obstante, la estética del conjunto, el resto de la nave, que, por razones que se ignoran, no sigue en absoluto los patrones originales y sugiere la posibilidad de que se acelerara el proceso de finalización. De haberse seguido con el proyecto original, no cabe, si no, preguntarse cuál hubiera sido el resultado. Y seguramente, sólo quepa una respuesta posible: excepcional

(1) Juan García Atienza: La meta secreta de los templarios, Ediciones Martínez Roca, S.A., 1979, página 16.

(2) Antonio Herrera Casado: 'El románico de Guadalajara', aache Ediciones, 2ª edición, 2003, página 51.

(3) Explicación amablemente ofrecida por Rafael Alarcón Herrera, en correo electrónico, de fecha 9 de febrero de 2011.

(4) Rafael Alarcón Herrera: 'La huella de los templarios: ritos y mitos de la Orden del Temple', Ediciones Robinbook, S.L., 2004. Especial atención al capítulo titulado De la Alcarria, miel, y a la nota nº28, página 367, que dice lo siguiente: 'Según Jacques de Vitry, en el Templo de Salomón había una comunidad de Canónigos Regulares de San Agustín, y al fundarse allí el Temple, en 1118, tomaron su Regla por modelo, adaptada a sus usos. En 1238 el Patriarca de Jerusalén, para reformar a los agustinianos los hizo ingresar en el Temple. En muchos lugares de España ocurrió otro tanto, por eso hoy existe confusión al atribuir ciertos enclaves a templarios o agustinianos.

(5) Referencia también constatada por Rafael Alarcón Herrera, en su libro: A la sombra de los templarios, Editorial Martínez Roca, S.A., 3ª edición, octubre de 2004, página 140.

6 comentarios:

KALMA dijo...

Hola!
Realmente es preciosa, las ventanas como están talladas, parecen orientales y las estrellas de 6, de 8 puntas... me llama la atención en el video que todo parece campo de Castilla, amarillo de cereales y sin embargo, parece que al lado de la iglesia brotan los árboles. Debiste alucinar con las marcas ¡Me gusta!
Un beso.

juancar347 dijo...

Hola, bruja. Una iglesia fascinante, ¿no crees?. He estado varias veces allí, aunque nunca la había visto con nieve, un detalle que, desde luego, la hace aún más especial. Antiguamente, todo aquello era bosque, de manera que imagínate en el entorno en la época. A lo lejos, hacia el frente y la izquierda, se ve el pico más alto que se conoce como el Santo Alto Rey, otro lugar emblemático como pocos. Es de estilo mudéjar, sin duda, con un simbolismo muy peculiar. Te la recomiendo. Un abrazo

Angel Almazán dijo...

A mi me fascinó tanto que le dedique casi medio libro a Albendiego y su entorno en "Esoterismo Templario"... Esa iglesita de Santa Coloma es de los templos que mas me han impactado en España... Y estar en la ermita de Santo Alto Rey el día de la romería es toda una experiencia... Yo la he calificado de "La Roca hispánica" ya que su altar es la cima rocosa del monte...

juancar347 dijo...

Hola, Ángel. Estoy de acuerdo: Santa Coloma es un templo de lo más fascinante, y en cuanto a la ermita del Santo Alto Rey, no he tenido la fortuna de asistir a la romería, y por desgracia, gracias a los vándalos de turno, han puesto una verja que impide el acceso al interior. Pero el lugar, desde luego, es muy, pero que muy especial. Saludos

Alkaest dijo...

Albendiego, en cada visita, me ha parecido cada vez más un gran monumento inacabado. Una obra, que sobrepasó a sus patronos, quienes por falta de medios, o cualquier otra causa, no pudieron ver terminado el proyecto soñado.

¿Qué gran templo habría resultado, si los hubiesen llevado a término? ¿Qué magnífico libro de piedra, cargado de simbolismo geométrico y matemático, habríamos tenido allí a nuestro alcance?

Hoy, solo elucubraciones y suposiciones podemos derramar ante las rojizas piedras inacabadas. Mientras nos deleitamos con su entrecortada belleza, acrecentada por esa capa de nieve bajo el sol frío del invierno.

Salud y fraternidad.

juancar347 dijo...

Simplemente basta con detenerse frente a ese espectacular ábside para que uno experimente un completo subidón de geometría sagrada. Aunque lo he pensado, sinceramente, me sobrepasa siquiera llegar a imaginarme cuál era, en el fondo, el verdadero proyecto de esta iglesia si, como bien dices, por las razones que fueran, se hubiera terminado. Por otra parte, tener la oportunidad de verlo así, cubierto de nieve, te puedo asegurar que es un acontecimiento sublime. Recientemente, se han terminado las obras de remodelación del tejado; no quise pedirle las llaves a Sebastián, como en ocasiones anteriores, pues vi que tenía visita y no quise importunarle. Pero, como también sabes, el espectáculo interior, una vez que van penetrando los rayos del sol por esas celosías, es abrumador. Un abrazo