El Espino: ¿un pueblo de origen templario en la serranía soriana?

'Este pueblecito se halla actualmente en trance de despoblación. Nos ofrece dos enigmas: el primero es su mismo nombre: El Espino. Nos dice Charpentier que las encomiendas templarias se situaban en Francia muy a menudo en las proximidades que se llamaban, o pasaban a llamarse, la Espina o el Espino. Este símbolo parece tener un origen alquímico aunque su más inmediato antecedente lo tendríamos en las leyendas celtas de Irlanda. La cercanía de las ruinas de San Adrián -de muy posible adscripción templaria- podrían confirmar esta idea. El otro dato interesante es la existencia de una ermita de San Bartolomé. Santo éste perteneciente a la nómina de los santos mistéricos...'.
[Antonio Ruiz Vega (1)]

Renieblas, Narros, Suellacabras...y a una distancia de apenas cuatro kilómetros, en las postrimerías de un lugar sin duda emblemático y mistérico, como es la Sierra del Madero, un pueblecito a punto de desaparecer: El Espino. Si hemos de creer los datos proporcionados por la wikipedia -desde luego, no siempre fiables- éste pueblo contaba, en 1842, con casi un centenar de habitantes. La primera y única vez que estuve, hace aproximadamente dos años, apenas llegaba a cinco. Tal vez por eso, así como porque los abusos y los robos en los pequeños núcleos rurales están a la orden del día, el único habitante con el que me topé durante mi excursión, no se mostró todo lo cordial que cabía esperar.
No es casualidad que haya utilizado parte del artículo de Antonio Ruiz Vega a modo de introducción, pues fue gracias a él como entré en conocimiento de los pueblos mencionados, constatando en parte, como una sombra apenas soslayable, una más que probable presencia templaria en la zona.

En Renieblas, apenas queda rastro del impresionante cementerio medieval, que le dió -independientemente de la visita y las investigaciones de Adolf Schulten- cierta fama. Pero aún es posible vislumbrar -previsoramente encajadas al suelo con cemento- algunas interesantes estelas funerarias, que muestran, además de motivos solares, la más conocida de las cruces utilizadas por el Temple: la cruz paté.

Se puede vislumbrar también, aunque bastante desgastado por la acción del tiempo, ese pequeño escudo que Xavier Musquera -extraordinario investigador, lamentablemente fallecido en diciembre de 2009- identificaba con un caballero templario (2). No muy lejos de donde se localiza éste, y como confirmando una presencia de la que poco queda, salvo la persistencia de los recuerdos y la tradición, se encuentra la Calle de los Templarios, perpendicular a la carretera general que atraviesa el pueblo, muy cerca, igualmente, de la Plaza de los Peregrinos.

Su iglesia, bajo la advocación de Nª Sª de la Cruz -existe una talla gótica en madera policromada en su interior- es del siglo XVI, aunque es muy probable que sus inicios fueran románicos, utilizándose incluso materiales procedentes de las cercanas ruinas de Numancia. Aparte de una curiosa talla de Santa Ana, que preside el Retablo Mayor, llaman la atención unas pinturas -probablemente góticas- situadas al fondo de la nave, junto a la pila bautismal, que representan a uno de los santos predilectos del Temple, bautizando a Jesús en las aguas del río Jordán: San Juan Bautista.

De todo cuanto digo acerca de Renieblas, recomiendo el visionado de la entrada Los fascinantes enigmas de Renieblas.

A una decena de kilómetros, aproximadamente, y en dirección a la localidad de Suellacabras, nos encontramos con el pueblecito -bastante importante en la Edad Media, si hemos de fiarnos por la gran cantidad de escudos nobiliarios que adornan las fachadas de sus casas- de Narros.

Pueblo de antiguos mesteros, sus referentes, en cuanto a templos se refiere, se localizan en la ermita de la Virgen de la Soledad, situada a las afueras, así como en la iglesia parroquial de San Juan Bautista -otra vez volvemos a encontrarnos con este santo de especial preferencia templaria- a la entrada del pueblo. En los campos que separan la ermita de la iglesia, se localizan numerosas crucetas de piedra.

El pueblo de Narros cuenta, entre otras reliquias del pasado, con una losa funeraria, en cuyo anverso se aprecia una cruz, del tipo paté, estando su reverso decorado con una sucesión de círculos concéntricos. En la época del artículo de Antonio Ruiz Vega -1980- se encontraba situada al lado mismo de la carretera. En la actualidad, y por evidentes motivos de seguridad, se localiza en la Plaza Mayor, junto a la fuente, fijada al suelo con cemento. La siguiente población, distante seis kilómetros de Narros, es Suellacabras, otro pueblo no exento de interés y de reminiscencias mesteras también, como su nombre deja entrever.

Aparte del simbolismo subyacente en los numerosos símbolos labrados en los dinteles de muchas de sus casas, merecen especial atención las ruinas del antiguo cenobio de San Caprasio, un santo de mistéricas connotaciones, que tiene otro referente peninsular en el pueblecito leridano de Santa Cruz de la Serós, situado en pleno Camino de Santiago, a escasa distancia del viejo monasterio de San Juan de la Peña.

En estado bastante deplorable, algunas de las casas de El Espino muestran similares símbolos en los dinteles; símbolos entre los que, aparte de los nombres de los propietarios, el año de edificación -siglo XVII- y alguna que otra custodia, se divisa también, rondando en el tiempo, la clásica forma de la cruz paté utilizada por los templarios. Dentro del pueblo, y situada junto a las últimas casas colindantes, la iglesia permanece cerrada a cal y canto. El exterior no ofrece ninguna información reseñable, salvo el detalle de un génesis románico, rural y algo tosco, cuya estructura se ha visto considerablemente modificada a lo largo de los siglos. Los canecillos del ábside están lisos, completamente mudos y sin ofrecer una pista simbólica que pueda sugerir alguna hipótesis con la que trabajar, a excepción del detalle, en parte revelador, del santo bajo su advocación: San Bartolomé.

En las cercanías, las ruinas de San Adrián mantienen vigente la tradicional coletilla fue de templarios; y no muy lejos, se localizan también los restos del despoblado de Masegoso y el castro celtíbero de los Castillejos. Este último, podía responder perfectamente a las hipótesis que mantienen la predilección que el Temple tenía por instalarse cerca de asentamientos de culturas anteriores. Y con respecto a Masegoso, circula la leyenda -muy común a numerosos lugares, entre ellos la leyenda de Valdecea, en el Cañón del Río Lobos- del pueblo envenenado.

Pero quizás, y para complementar la hipótesis de Charpentier, adoptada por numerosos investigadores, añadir que, a vista de pueblo, aunque en las afueras, al otro lado de la carretera general, se encuentra la ermita de la Virgen del Espinar. Por supuesto, también cerrada a cal y canto.

También en las proximidades, y siguiendo la denominada Ruta de los Torreones, dos poblaciones invitan a especular por los restos y las leyendas referidas a gigantes, moras encantadas y templarios, que corren de boca en boca entre los lugareños: Trébago y Magaña. Y aún más allá de éstas, en las denominadas Tierras Altas, San Pedro Manrique, con su ancestral culto al fuego, las Móndidas, las ruinas de San Miguel y esas otras interesantes ruinas que, según la tradición, formaban parte del convento templario de San Pedro el Viejo. Pero todo esto, formará parte de otra historia.

(1) Revista Mundo Desconocido Nº53, noviembre 1980. Antonio Ruiz Vega: 'La Sierra de los 7 Infantes', página 42.

(2) Xavier Musquera: 'La aventura de los templarios en España', Editorial Nawtilus.


Comentarios

KALMA ha dicho que…
Hola Juancar!
Cuando veo un pueblo tan vacio me da como nostargia del pasado, una sensación difícil de explicar, mira que me gustan los pueblos, los entornos rurales y siempre me pregunto, lo que me estoy preguntando ahora viendo los blasones y las casas que se caen, Como florecían los escudos que en el pasado relucían ante los ojos de una villa prospera, de la que hoy sólo quedan ruinas, me entristece.
Un beso.
juancar347 ha dicho que…
Hola, bruja. Sí, es una verdadera pena. Por desgracia, Soria es una de las provincias que más despoblados va teniendo. Pueblos que, como bien dices, atesoran una larga, antigua e interesante historia y que, por desgracia, se ven abocados al olvido. Este pueblecito, en particular, tiene más cosas de interés de lo que parece. Pero claro, sus habitantes (cinco o menos) están muy escarmentados por los contínuos robos que se producen por los alrededores y no se fían para nada de los extraños. Pero estoy seguro de que fue un caldo de cultivo templario en tiempos, como una casa. Un abrazo
Alkaest ha dicho que…
Si, yo llegué a conocer esa gran losa de Narros, clavada al borde de la carretera, y tengo alguna diapositiva.
Cuantos años hace, que anduve esos caminos, corría el año 81 del siglo XX, y ya entonces la despoblación exterminaba pueblos a pasos agigantados.
Cuantos recuerdos, de aquellos dinteles, estelas, ermitas, piedras célticas, tumbas templarias, por Pozalmuro, Masegoso, Aldealpozo, Omeñaca, Arancón, Torretartajo, Renieblas, Narros, Suellacabras, El Espino, Trebago, Fuentestrún, y tantos otros lugares cargados de magia y misterio.
Acabarán desapareciendo todos, se perderán sus piedras, y su secreto quedará en el olvido...

Salud y fraternidad.
juancar347 ha dicho que…
Es cierto, Magister. Vale que la necesidad obligue a intentar soñar con una vida mejor en otro sitio, pero me parece una gran ignominia, por no decir una gran estupidez, que las Diputaciones Provinciales, los gobiernos autonòmicos no velen por la conservación de los grandes tesoros que tienen en sus tierras. Me niego a verlos desaparecer impasible, por eso creo que cuanto más se hable de ellos, más posibilidades tienen de subsistir; al menos, en la memoria. Un abrazo

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