El misterio de la bailía templaria de Faro
Si bien es cierto, que todo
cuanto rodea a la historia conocida y aquélla otra, supuestamente oculta y
subterránea por conocer, que envuelve a una Orden como la de los Pobres
Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, no deja de ser un apasionante
misterio –incluida la opinión de algunos autores reconocidos (1), en cuanto a
que estuvo a punto de desaparecer desde sus mismos orígenes, por falta de
efectivos, siendo del todo un detalle relevante la incorporación de caballeros cofrades o confreres, que servían en la Orden por
un periodo breve, donando la mitad de sus propiedades y pudiendo incluso
casarse-, paradójicamente hablando, no deja de ser singular, así mismo, saber que
incluso dentro de los relativamente escasos lugares referenciados y de los que
existe constancia y documentación, sea tan difícil, no obstante, llegar a
determinar la situación y localización precisa de algunos de ellos. Si bien la
tradición ha querido que uno de esos peculiares lugares sobre los que se han
vertido multitud de hipótesis, que han tenido como consecuencia añadida el
levantamiento de polvaredas insospechadas sea la localización exacta del
convento soriano de San Juan de Otero, existe otro lugar, no menos importante y
significativo, cuya localización exacta continúa siendo, a día de hoy, una
cuestión de lo más hipotética y apasionante: la localización exacta de la
importante Bailía templaria de Faro.
Siendo mucho más activa en
Galicia la presencia templaria, de lo que generalmente la historiografía
oficial suele admitir –pensemos al respecto, que simplemente en una comunidad
como la de Lugo, ya se hablaba de ciertas permutas realizadas con la Orden, en
la que se incluían cerca de una veintena de templos con sus correspondientes
heredades, información ésta que debo agradecer al insuperable Maestro, don
Rafael Alarcón Herrera-, sorprende saber que, entre la numerosa documentación
existente –muy al contrario, por ejemplo, que en la vecina comunidad asturiana,
donde ésta resulta prácticamente nula-, entre la documentación referida a la
Bailía de Faro, consta, también, documentación relativa a otro espinoso tema
como es el de las sórores militie templi,
o lo que es lo mismo, monjas templarias. Incluso nombres y apellidos de
comendadores, como Martinus Sancii o Garsia Menendi, commendator militum ubi magister non est, o lo que viene a ser lo
mismo: comendador allí donde el Maestre
no está.
Las divergencias, no obstante,
vuelven a referirse hacia el lugar concreto donde se ubicaba la importante
bailía –al contrario que la encomienda de Betanzos, que al parecer, se localizaba
en el solar ocupado actualmente por el fantástico convento de San Francisco-,
llegando a contabilizarse hipótesis como que la bailía de Faro, fuera el
comienzo de lo que posteriormente sería una ciudad tan importante como La
Coruña. También hubo autores que especulaban con la posibilidad de que ciertas
referencias al castellum de Faro,
fueran, en realidad, referencias a la mitológica Torre de Hércules. Incluso, se
especula, así mismo, con ciertos templos situados más al interior, como Santa
María do Campo.
Sea como sea, un misterio que
perdura a lo largo de los siglos.
Bibliografía recomendada: Carlos Pereira Martínez: ‘Los templarios. Artículos y
ensayos’, Editorial Toxosoutos, Serie Trivium, Noya, 2002.
(1) Desmond Seward: 'Los monjes de la guerra', Editorial Edhasa, Barcelona, 2004.
Comentarios
Esta poderosa encomienda templaria, que administraba los bienes repartidos por los contornos, consistía en el Castillo de Faro, parte del Burgo de Faro, y su puerto resguardado al fondo de la ría de la Coruña. Un lugar estratégico en el tráfico marítimo, tanto de viajeros, o peregrinos, como de mercancías, e incluso tráfico militar hacia Palestina. Además del castillo, con su capilla de Santa María del Temple, existían los edificios conventuales, una granja y otras construcciones utilitarias, como puentes, etc.
Hacia 1208, pasado el peligro de ataques vikingos, Alfonso IX decide repoblar el cercano lugar de A Coruña, en la entrada de la ría, pues el nuevo comercio precisaba barcos y puertos mayores. El rey, mediante una política de permutas, compras y beneficios fiscales, se apropia del Burgo de Faro, mudándose los grandes propietarios a la nueva villa real de A Coruña. El Temple cede, pero conserva el Castillo de Faro, su puerto y las posesiones rurales anejas. Para redondear la jugada, el Temple edificó el “Burgo Novo de Faro”, junto a la fortaleza de Faro, con el pretexto de alojar a sus trabajadores y servidores. El señorío de A Coruña, se quejó al rey de que esto “impedía la prosperidad de la villa”. En 1235 la corona reitera a los templarios que deshagan ese “Burgo Novo de Faro”. El Temple se hizo el sordo, y en 1286 todavía se les requiere a ello, sin resultado. Cuando la Orden es disuelta, seguía en pie dicho burgo. Esta omisión de los requerimientos reales, durante cerca de un siglo, da una idea del poder de la Encomienda de Faro, cuyo “Burgo Novo”, aunque carece de los privilegios que disfruta A Coruña como villa de realengo, conservará su importancia comercial bajo gobierno templario.
Se ha afirmado verosímilmente la posibilidad, de que caballeros de otras encomiendas se refugiasen aquí en 1307, resistiendo por las armas en el castillo a las fuerzas reales dirigidas por uno de los Andrade.
De todo aquel poderío hoy apenas queda una nave, de las tres con ábsides que tenía la gran iglesia de SªMª del Temple, ya en el s.XVII el cardenal Jerónimo del Hoyo decía que "estaba ya casi todo para el suelo […] tenía tres naves muy buenas […] conservándose una de las pequeñas". En dicho siglo, el clero vendía carros de piedras procedentes de las naves arruinadas.
En los años 60 del s.XX, antes de que el urbanismo se descontrolase, todavía quedaban por el lugar diversos elementos pétreos procedentes de la Encomienda, como un cruceiro que estuvo un tiempo en la iglesia de Santiago y luego desapareció. Una parte del Castillo se conservaba incrustada en la casona de don Ernesto de Llano, como el dormitorio de los freires, sala de armas, caballerizas, el horno, etc. Los límites del conjunto irían desde el camino hacia Cambre, tirando por la capilla de San Marcos hacia el camino real castellano, con el río como foso, siguiendo los muros por el lado opuesto los márgenes del río Mero. Los restos de la capilla se localizan en lo que fue patio de armas, junto a la torre del homenaje. El Castillo se extendería hacia el Pazo del Marqués de Loureda, hoy conocido como "La Fortaleza". Los últimos vestigios fueron destruidos al urbanizar la carretera de El Temple a Cambre, allí aparecieron piedras medievales, como capiteles, aunque todo se arrasó y cubrió sin hacer investigación arqueológica de ninguna clase.
“Sic transit gloria mundi…”
Salud y fraternidad.
Un fuerte abrazo,