San Pedro da Mezquita: suspicacias y probabilidades (Segunda Parte)




‘El lenguaje y la “gente” del inconsciente son símbolos, y los medios de comunicación son los sueños’.
[C.G. Jung (1)]

Continúa siendo un completo enigma, pues, el motivo por el que el cantero quiso hacer un guiño hacia el norte, en dos de los tres Agnus Dei, que posee este templo de San Pedro da Mezquita -caso único, al parecer, en todo el románico de Galicia- y más si se tiene en cuenta que el norte era considerado, sobre todo en la Edad Media, un lugar poco menos que yermo y maldito, al que se identificaba, generalmente, con la figura del Diablo (2); una dirección, de donde se pensaba que provenían todos los males que azotaban a la humanidad, incluidas las terribles incursiones vikingas que arrasaban las costas cantábricas, penetrando en ocasiones hasta el interior. Tal es así, que en los claustros de los monasterios, la zona norte solía ser aquella que permanecía casi todo el día en sombra y resultaba, por lo tanto, la más fría y desapacible, sobre todo en invierno.
Mucho se ha especulado, también, sobre el nombre de Mezquita, y algunos autores opinan que es porque la iglesia se elevó sobre un antiguo templo árabe. No hay prueba evidente de ello, aunque sí es cierto, y resulta todavía visible en parte, que hubo uno o varios templos anteriores, probablemente de origen mozárabe y hasta es posible que prerrománico. A tal respecto, y dentro de las numerosas inscripciones que se localizan –sobre todo, en el interior de la iglesia- hay una, en particular, que nos ofrece un dato estimable, remitiéndonos al año 1202, aunque existen referencias que ya la mencionan en fecha tan temprana como 986. Otro dato interesante a tener en cuenta, son las marcas de cantería, cuya forma y tamaño indican diferentes periodos, así como también diferentes canteros. Entre éstas, cabe destacar aquella que por su forma recuerda el símbolo del infinito, marca que se localiza, con cierta frecuencia, en muchos sillares de la catedral de San Martín, en la capital orensana, sobre todo, en las zonas más antiguas, curiosamente en la cercanía de esos magníficos pórticos románicos atribuidos al Maestro Mateo y su escuela, los cuales, contando con la joya artística denominada como Puerta del Paraíso -reproducción a pequeña escala del Pórtico de la Gloria compostelano-, harían un número de tres.
Qué duda cabe, así mismo, que la presencia de animales con un rico simbolismo asociado, hacen que la mirada del espectador intente penetrar, en la medida de lo posible, en ese mensaje subliminal, de marcado carácter esotérico que conllevan, siendo representativos algunos de ellos –como el perro y el lobo- no sólo de ciertos gremios itinerantes de canteros, sino también, compañeros de viaje de ciertos santos, muy populares y de carácter marcadamente heterodoxo, como San Roque -inseparable compañero de Vírgenes Negras-, así como también, de ciertas y no menos heterodoxas santas, alguna con evidentes connotaciones ctónicas -cuál la mitológica Perséfone-, como Santa Quiteria (3). Entre estos, cabe destacar la presencia, como he dicho, de lobos y perros, de leones y de serpientes que, independientemente de las características asociadas a cada uno, remiten, sin embargo, a una cualidad común: de alguna manera, todos están asociados con la Gnosis. O lo que es lo mismo: con la idea y búsqueda del Conocimiento. Lo cual, en cierto modo, coincide con la idea, básica en el fondo, de que muchos de los edificios situados dentro del Camino de las Estrellas, conformaban no sólo esa especie de universidades medievales, como ha señalado más de un autor, sino también, un camino de iniciación esotérico, cuyos capítulos había que ir previamente desgranando durante las diferentes etapas del recorrido, hasta llegar al final, representado por el Jardín del Paraíso en el tablero mágico del juego iniciático de la Oca, que sería, teóricamente, la Morada de Sophia; es decir, de la Sabiduría.
Acertadas o no estas suposiciones, merece la pena, no obstante, continuar recorriendo los misteriosos vericuetos artisticos de este singular templo, y detenernos, antes de penetrar en su interior, en el detalle de la tumba anónima adosada a la nave sur, junto al pórtico de entrada. Detalle intrigante, independientemente de que tengan el cementerio adosado, que localizamos también en idéntica disposición, como si fuera una constante, algunos kilómetros más allá de Carballino, apenas comenzada la carretera nacional que une Orense con Pontevedra, en un templo que sorprende, sobre todo, por el simbolismo indescifrable de algunos elementos de probable origen prerrománico: Santa María de Xuvencos, situada en las proximidades de otro templo templario, San Julián de Astureses donde, curiosamente, todavía se conserva la tumba de un hermano de la Orden.
Enigmática es, así mismo, esa curiosa figura humana, que parece surgir desde las profundidades de la piedra -o estar aprisionada en ella (4)- que nos la encontramos también en algunos lugares muy significativos de la ruta jacobea -sobre todo, en el Camino Francés- como pueden ser la Capilla de Sancti Espíritu o Silo de Carlomagno, en Roncesvalles, y la iglesia de Santa María, en la también población navarra de Olite; también en la catedral zamorana de San Salvador, y además, por poner otro ejemplo más cercano, en la propia catedral de San Martín. Estos singulares canteros -místicos y a la vez burlones- dejaron la impronta de su maestría también en el interior del templo, de tal manera que entre los capiteles que decoran las columnas, destaca especialmente uno, situado en las proximidades de la cabecera, que llama poderosamente la atención y que, mostrando a sendos personajes, que parecen balancearse felizmente al ritmo de una rueda de triple recinto -similar al concepto celta, aunque éste suela estar representado, generalmente, de forma cuadrada- nos recuerda, no sólo los votos de pobreza iniciales de la Orden del Temple -dos caballeros y un caballo, dos hermanos y una escudilla, etc-, sino también, el manifiesto interés de ésta por un concepto como el de la Dualidad. Recordemos, también, y a este respecto, que muchos de sus templos estaban bajo la advocación de los denominados como santos gemelos: Cornelio y Cipriano, Justo y Pastor, Gervasio y Protasio...
Significativas son, además, dos imágenes que se localizan también en el interior del templo: la del evangelista San Lucas, con el león a sus pies -recordemos que, además de ser el animal simbólico que lo representa, el león, teóricamente, era el único animal que le estaba permitido cazar al templario- y la de un Cristo, la posición de cuyos brazos induce a pensar que no se corresponde con la cruz sobre la que está crucificado y sí, por el contrario, con ese tipo especial de cruces, que hicieron famosas las representaciones de Cristos renanos de los siglos XIV y XV, cuyo madero estaba formado por una cruz en forma de Runa de la Vida o, denominación más conocida, por una Pata de Oca. Modelos de Cristo, que debieron de ser bien conocidos en la Península, aunque sólo se tenga constancia actualmente de dos de ellos: el de Puente la Reina y el de Carrión de los Condes.
Hasta aquí, parte de los numerosos enigmas que encierra este singular templo de San Pedro da Mezquita. Ahora bien, queda otro, que entronca directamente con el recuerdo y la tradición popular, que bien merece, aunque breve, el honor de una entrada aparte: el peto de ánimas



(1) Carl Gustav Jung: ‘El hombre y sus símbolos’, Aguilar, S.A. de Ediciones, 2ª edición, 1974, página 12.
(2) De hecho, en numerosos templos románicos, se puede distinguir, en solitario y en dicho lado norte, el típico canecillo que representa la figura del Diablo, siendo, quizás, uno de los más relevantes el de Santiago de Agüero, en Huesca.
(3) Una magnífica reproducción del perro, lo tenemos magistralmente labrado en uno de los sillares del pórtico de entrada a la Cripta de Santa Quiteria, en el castillo oscense de Loarre.
(4) En algunos lugares no ajenos tampoco al Camino, la tradición popular habla de un ladrón que entró a robar y al salir quedó aprisionado por la intervención de la Virgen; aunque también se especula con la posibilidad -y me remito a un comentario que me hizo Rafael Alarcón, en abril de 2011, durante nuestra estancia en tierras navarras- de que sea una representación del propio cantero.

Comentarios

KALMA ha dicho que…
Hola! Lo tuyo es todo un planteamiento, no sé como puedes investigar tanto, se nota que te gusta, que lo sientes, aunque eres tú muy suspicaz jaja. Fuera aparte de su origen, de las distintas probalidades, San Pedro da Mezquita es una pasada, en breve. Un besote templario!!!
juancar347 ha dicho que…
Hola, bruja. Es verdad, me gusta la Historia y sus múltiples enigmas y cuando estos tienen que ver con los templarios, el interés, desde luego, se acrecienta. Creo que la investigación tiene siempre que acudir a todo un recurso inestimable como es la observación. En el fondo, tampoco es difícil, pues todos estos lugares tienen en común no sólo estilos artisticos, sino símbolos que muchas veces te pueden dar una pista allá donde la documentación falta o no es lo suficientemente consistente. De todas formas, sea como sea, no te falta razón de que con respecto a este templo de San Pedro, estamos ante un interesante modelo artistico, cuya visión bien que merece la pena, y desde luego, una visita. Te lo recomiendo. Está, además, a un paso de la Autovía A52 (Madrid-Orense) y el párroco, Don David, es una persona muy amable y siempre dispuesta a enseñarlo. Un abrazo

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