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Mostrando entradas de diciembre, 2009

La templaria nostalgia de Ucero

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'Sólo quien ha roto los 'programas mentales' inculcados durante el proceso de socialización puede tomar conciencia -y percibir- aquello de lo que los demás son incapaces. Pero quien rompe los 'programas mentales' no suele ser bien visto y comprendido por su sociedad, y en muchos casos, y paradójicamente, ni siquiera por los miembros de su propia religión. De ahí que se les vea muchas veces como 'idiotas' o 'locos' de extrañas ideas y modos de comportamiento'. [Grian: 'El peregrino loco'] ******* S i hay un lugar en Soria -aparte, por supuesto, del antiguo Monastero de San Polo- sobre el que nadie tenga duda alguna relativa a la presencia y permanencia en tiempos de la Orden del Temple, ese es Ucero y el impresionante entorno del Cañón del Río Lobos. D espués de la resaca de Navidad, y como ha venido siendo una constante durante estos días, el tiempo, de alguna manera enojosa pero a la vez necesariamente intempestivo, acompañó con agua-nie

Errare Humanun Est

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D ecía el escritor norteamericano Ambrose Bierce -y que me disculpen todos aquellos que me conocen, si últimamente consideran excesivamente reiterativo por mi parte acudir a su infernal diccionario- que disculparse es 'sentar las bases para una futura ofensa'. Evidentemente, no estoy de acuerdo con él, excepto en el detalle de añadir que si reconocer un error ayuda a sentar algún tipo de base, que no sea otra que la de una posible y futura amistad. Y creo que no hay mejor pilar para hacerlo que aquél que, basado en el punto de vista de una objetividad felizmente encontrada, tengamos el suficiente valor para reconocer un error cometido y pedir disculpas. S i el pasado día 12 de septiembre, mi visita al toledano castillo de Montalbán -en el que, aparte de otras circunstancias, había llegado atraído por la sombra alargada, incierta y tremendamente escurridiza de esos frailes con espuelas, como denominaba Gustavo Adolfo Bécquer a los templarios- me dejó cierto amargo regustillo al

Jacques de Molay: la leyenda de la maldición del último Gran Maestre del Temple

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S iete años después del golpe realizado contra los templarios de Francia, el rey Felipe IV, apodado el Hermoso, ponía fin a sus frustradas pretensiones de hacerse con los tesoros de la Orden, ejecutando a Jacques de Molay, Gran Maestre, Geoffroy de Charney, su lugarteniente y algunos otros caballeros que habían sufrido horribles torturas en las prisiones regentadas por su hombre de confianza y planificador del complot, Nogaret. Era el 19 de marzo de 1314. E n un isleta situada junto a la catedral de Notre Dame, y minutos antes de arder pavorosamente en las llamas, el último Gran Maestre se retractó públicamente de las confesiones obtenidas bajo tortura y, según la leyenda, maldijo a los causantes de la desgracia de la Orden del Temple -el rey de Francia, el Papa Clemente V y al propio Nogaret- conminándoles a presentarse ante el juicio de Dios antes de un año. Leyenda o casualidad, el hecho cierto de esta historia, es que los tres murieron en el plazo indicado: primero el rey,