Villalcázar de Sirga: el templo gótico de la Dama Blanca del Temple
Desde este punto de vista, y apoyado por las famosas Cantigas a Santa María de un rey que pasó a la Historia con el sobrenombre de el Sabio, esos cuatrocientos o quinientos metros que separaban Villasirga del auténtico recorrido jacobeo que pasaba de largo hacia Carrión de los Condes -recordemos, entre otras, las obligadas visitas a iglesias como Santa María de las Batallas o del Camino, Santiago y el monasterio de San Zoilo-, consiguieron que a comienzos del siglo XIII, una vez conocida la fama milagrera de la Virgen del lugar, ésta pequeña población y el desmesurado templo en proporción de Santa María -no olvidemos, que todas las catedrales tienen esta advocación- dejaran de ser un simple lugar de paso en la distancia, para convertirse en uno de los destinos inexcusables para el peregrino.
Bien es cierto, por otra parte, que el tiempo y sobre todo el terrible terremoto que tuvo lugar en Lisboa el día de Todos los Santos de 1775, privan, en gran medida, de ofrecernos, en toda su extensión, la verdadera magnitud de un conjunto sacro del que también formaba parte un hospital de peregrinos, que aún se conserva hoy en día, bajo la apariencia de un mesón que lleva por nombre, como no podía ser de otra manera, el de Los Templarios.
Dadas sus características y su aura legendaria, muchas son las especulaciones e hipótesis relacionadas con un templo en el que, apenas se traspasa un umbral donde, entre otras escenas notables, un pantocrátor se eleva por encima de una Anunciación y una Epifanía, el espectador se siente inmerso en el interior de un pequeño microcosmos en el que sobresale, por encima de cualquier otra consideración, el más eficaz de los vehículos que acompañan lo que bien pudiera denominarse como el lenguaje de los sueños: el símbolo.
Éste se percibe, apenas se pone los pies en el interior, cuando el espectador se encuentra inmerso en un inconmensurable bosque de columnas que, semejantes a gigantescas palmeras -árbol sin duda sagrado, constituyendo sus ramas símbolo del martirio- cuyas ramificaciones se extienden hacia una bóveda de connotaciones celestes, capaces de soportar un peso incalculable.
A distancia de objetivo, y coronando un retablo mayor barroco de proporciones considerables, un Cristo llama poderosamente la atención por las connotaciones esotéricas de la cruz que le sirve de martirio. Se trata de un tipo especial de cruz, de las denominadas de gajos, representativa de un estado especial de elevación y trascendencia.
(1) Otto von Simson, 'La catedral gótica', Alianza Editorial, S.A., 1980, página 15.
Comentarios
Y allí, en presencia del más grande y profundo conocedor del tema, quise investirte no Caballero, pero sí al menos, Mesonero Templario. ¡ Y a fé mía que, creo, lo conseguí¡.
¡ Iba por y para tí, amigo.
Un fuerte abrazo
(Ahora sólo espero que cuando haga clic! este comentario se publique)