Las estelas funerarias templarias de Andaluz
Inmediatamente detrás de ellas, y al cobijo, quizás, de la más agreste de tales estribaciones, Andaluz -como así se llama el pueblo- dormita plácidamente en invierno, aguardando -como muchos otros pueblos de la provincia- la llegada de la primavera y el verano donde, además de las cigüeñas que custodian con celo la torre de la iglesia y esas golondrinas que, según Bécquer, no volvieron nunca más a Sevilla, retornan vecinos asentados en grandes capitales y turistas que, siguiendo probablemente las huellas de aquél legendario campeón, de nombre Rodrigo y conocido por la Historia como el Cid, repasan con ojos contemplativos unos capiteles que, aún con orgullo y garantía de calidad, continúan desafiando al tiempo y la erosión.
Al contrario que en muchos lugares, en Andaluz, y probablemente iluminado, alguien tuvo la brillante idea de salvaguardar los hermosos capiteles que conformaban antaño gran parte de su galería norte, adaptando una pequeña sala-museo que, bajo llave, como corresponde a un auténtico tesoro, aguardan pacientemente al atrevido Prometeo que desvele el secreto de su extraordinario simbolismo. No en vano, en mi opinión, constituyen la parte temática más interesante del mensaje que en su día el Magister Muri -Subpiranus o Ciprianus, según reza una inscripción que se eleva sobre el pórtico- legó a una posteridad, que hace siglos, para su desgracia, perdió las claves.
Pero por muy atractivo que sea el tema relativo a este curioso templo, que navega en los umbríos y brumosos mares históricos afines a los siglos XI-XII, más atractiva resulta la certeza de saber que, de algún modo, insuficientemente documentado, como es natural, sus muros, aunque sea como adobe, aún conservan el recuerdo de la presencia en el lugar de unos caballeros cuya gloria fue arrebatada en 1307 por la ambición de un rey y permitida por la mansedumbre de un Papa: los templarios.
Como ocurre tan a menudo, y a pesar de la escasez de documentación al respecto, es difícil no encontrar algún rastro, por pequeño que sea, de estos combatientes de Dios, que jugaron un importante papel a lo largo y ancho de un país que, después del desmembramiento y la caída del imperio visigodo constituyó, sin duda, una prolongación de las Cruzadas. También, como ocurre con numerosos lugares, haciendo bueno aquél refrán que dice que el tiempo otorga y quita, Andaluz apenas es hoy en día una sombra de aquél próspero hábitat repoblado que, según algunas fuentes, llegó a contar en la Edad Media con más de diez mil habitantes, siendo villa y cabeza de partido de la que dependían numerosos pueblos de alrededor.
Comentarios
Espero que soluciones tus problemas técnicos prontos ¡Te echo de menos! Besos.