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Mostrando entradas de octubre, 2009

San Polo y San Saturio

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Monasterio de San Polo N o resulta fácil hablar de San Polo, sin rememorar esa vertiente romántica que sobre el lugar legaron a la posteridad escritores como Gustavo Adolfo Bécquer. Si bien éste situó en la margen derecha del Duero su terrorífica leyenda El Monte de las Ánimas, es a este lado izquierdo, y en concreto, en las cercanías de una cruceta pétrea situada inmediatamente después de la casa de los actuales propietarios del lugar, donde tuvo a bien idear el escenario ideal en el que habría de desarrollarse otra de sus conocidas leyendas: El rayo de luna. L ejos de discrepancias relativas a su autoría, como sucede con numerosos lugares, y sin ir más lejos, con el vecino monasterio de San Juan de Duero, tanto los historiadores como los investigadores, no parecen albergar duda alguna en cuanto a su origen y la naturaleza de sus antiguos moradores: templarios. F undada alrededor del año 1118 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros, la de la Orden del Temple resulta, más que una hi

Cristos Templarios

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Iglesia de San Juan de Rabanera I nsiste la tradición, en que éste Cristo perteneció en tiempos al monasterio templario de San Polo. Actualmente preside el altar de la iglesia románica de San Juan de Rabanera, cuya magnífica portada se reaprovechó de la malograda y cercana iglesia de San Nicolás. A este Cristo, se le asocia una leyenda muy conocida en Soria: la del Cristo Cillerero. Como particularidad, añadir que la cruz tiene la forma de ramas de árbol, semejante a la figura Crística denominada El Árbol, expuesta en la parroquia de San Andrés, en Torres del Río, Navarra. Ágreda: Santuario de Nª Sª de los Milagros É sta figura Crística, cuyo tronco sigue la tradición de los Cristos de San Juan de Rabanera y de Torres del Río, se encuentra expuesta en el interior del santuario mariano de la Virgen de los Milagros, en Ágreda, población situada a la vera del Moncayo, y hermanada en la actualidad con Nuevo México en base a las famosas bilocaciones de Sor María Jesús de Ágreda. Se comenta