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Mostrando entradas de enero, 2012

Señales de humo en Arlanzón: la iglesia de San Miguel

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Q ue las sospechas basadas en la filosofía popular no constituyan un punto de inflexión a la hora de determinar una autoría o pertenencia determinadas, no significa tampoco, a mi modo de ver, la excusa explícita y perfecta para desdeñar la posibilidad de su veracidad. Es bien sabido que, dejando aparte a Aragón y Cataluña, escasa o inexistente es, prácticamente en el resto de la Península -obvio Portugal- la documentación histórica que pueda avalar con garantías, lo que frecuentemente genera desdén, en los ambientes académicos, por lo popular. Y como a falta de pan, buenas son tortas, ¿por qué no intentar una defensa lo más honrosa posible, basada, eso sí en lo circunstancial, aprovechando los resquicios que proporciona la suposición para aventurar?. En el peor de los casos, nada impide que todo se quede como está; y si en el intento, se saca algo positivo, pues eso que ganamos todos. N o parece plausible, que siendo Castilla, y Burgos especialemnte, un horizonte infinito de tierras y

¿Templarios en Alentisque?

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L o cortés, no quita lo valiente, y aprovecharse del esfuerzo ajeno, ni es digno ni es de Ley. Por eso, antes de continuar con la presente entrada, quiero aclarar que mi conocimiento de Alentisque y de las posibles -digo bien, posibles- estelas funerarias templarias que se localizan en las ruinas de la ermita románica de San Martín, se lo debo, en exclusiva, a un soriano de pro; un personaje entrañable, pateador de caminos y archivos que, aunque él piense que no es profeta en su tierra, sabe, no obstante, que es un auténtico guía, al que se estima y se respeta. Y lo es, tanto dentro como fuera de ella: Ángel Almazán de Gracia. En su afán por desvelarnos las maravillas de una provincia como Soria, publicó, a finales de diciembre, una entrada que, como casi todas, merece una especial atención. Estaba dedicada a las estelas funerarias de Alentisque, y aunque cauto en conclusiones, a mi modo de ver, Ángel nos echaba el anzuelo, tentándonos a tomarnos la molestia de reunir el valor suficien

El Cristo renano de Santa María del Camino

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C omo su antagonista navarro , que ocupa un lugar preeminente en la iglesia del Crucifijo -denominada así en su honor, aunque su auténtica advocación es la de Santa María de los Huertos-, de Puente la Reina, este magnífico ejemplar de Cristo del siglo XIV, también de origen renano, no goza del mismo conocimiento a nivel general, independientemente del hecho de estar localizado en un lugar importante de la ruta jacobea: la iglesia de Santa María del Camino, en Carrión de los Condes. R elacionado con la Orden del Temple, su historia permanece en el más absoluto de los misterios, aún a pesar de compartir similitudes con el Cristo de Puente la Reina; entre ellas, dejando a un lado la asociación templaria, estaría la leyenda sobre su procedencia. Y en ambos casos, dicha leyenda coincide, al menos en los detalles esenciales: fue transportado en su carro y donado a la ciudad, por un peregrino de origen alemán. A unque en la actualidad se localiza en la relevante iglesia de Santa María del Ca

Isar, una sombra demasiado impenetrable

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I sar es una pequeña localidad situada al oeste de Burgos capital y distante de ésta, aproximadamente, veintitrés kilometros. Emplazada junto a un afluente del río Arlanzón, el Hormazuelas, tiene una salida en el punto kilómetrico 145 de la Autovía A-231 que, en direccion a León, se la conoce, significativamente, con el nombre de Camino de Santiago . No muy lejos -y sirva esto a modo de precedente- se encuentran algunas poblaciones interesantes, como Sasamón y Castrojeriz, de bien reconocida importancia en los ámbitos jacobeos, sobre todo ésta última, donde los Antonianos tenían un reconocido hospital, en cuyas ruinas aún puede apreciarse el singular símbolo que les caracterizaba: la Tau. H acía calor aquél domingo de finales de agosto, en el que ponía los pies por primera vez en Isar, previo paso, a primeras horas de la mañana, por Villafranca Montes de Oca, el puerto de Pedraja y San Juan de Ortega. Si bien el pueblo en sí, no se diferencia apenas de otros muchos pueblecitos que jal