Si el Cristo crucificado en una cruz normal es el iniciado que está en camino de alcanzar su total elevación; si el Cristo crucificado en una cruz tau es el iniciado que ha alcanzado la plenitud de su evolución: el Cristo sobre una pata de oca, o lo que es igual, el Signo de la Vida, no es otra cosa que el hombre iniciado que ha trascendido incluso su total evolución, habiendo alcanzado así el Reino de la Vida, de la Realidad, muriendo al Reino de la Ilusión en que los mortales estamos inmersos mientras peregrinamos buscando una luz...[Rafael Alarcón Herrera: 'La otra España del Temple', Editorial Martínez Roca, 1988, Capítulo 7 (Templarios al pie de la Cruz), páginas 200-201].
Tuve el honor de pronunciar en voz alta estas palabras que sirven de presentación a la presente entrada, el pasado martes, 30 de marzo, en presencia de un nutrido grupo de amigos, entre los que se encontraba -humildad al hombro, junto al trípode de su inseparable máquina fotográfica- el autor: Rafael Alarcón Herrera. Confieso que fue un acto impremeditado, pero que respondía, seguramente, a un impulso insoslayable, puesto que estaba en el sitio adecuado, en el momento adecuado también: la iglesia templaria del Crucifijo de Puente la Reina, antiguamente de Nª Sª dels Orzs o de los Huertos.
Intenso, como la mayoría de los viajes que he tenido ocasión de realizar últimamente en tan inestimable compañía, las vicisitudes de esta postrer aventura persiguiendo la Magia del Camino, nos hicieron rondar -cual fideles d'amore medievales- lugares sin duda mediáticos, situados estratégicamente, a lo largo y ancho de las fronteras que separan o unen -según se mire- a tres provincias determinadas: Zaragoza, Huesca y Navarra.


-
Comentarios
Chachi Juancar! bravo por Rafael Alarcón y bravo por ese "acto impremeditado", tu pequeño homenaje, procedente sin duda, de un sincero aprecio y un gran respeto.
Eres grande Juancar!!
**
Pues en este caso rectifico:
Que gran diamante en bruto eres Juancar!!...
**
Un honor, una sorpresa y un gozo tremendo. Si no por las palabras, -que valen lo que valen y no más-, si porque estaban motivadas por un sincero aprecio.
Salud y fraternidad.