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Mostrando entradas de junio, 2024

Mitos del Monsacro / Myths of the Monsacro

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  Su situación y su peculiar arquitectura no son, en modo alguno, casuales. Tampoco sabremos nunca, quién fue, en realidad, aquel misterioso Frater Rodericus a quien los monarcas astur-leoneses le otorgaron el privilegio de establecerse en las brumosas cimas de una de las más enigmáticas montañas sagradas de Asturias: el Monsacro. De las dos ermitas románicas que se levantaron en su cima, allá por los comienzos del siglo XII, llama poderosamente la atención la forma octogonal de la planta de una de ellas, que, aunque ahora está dedicada a la figura del Apóstol Santiago, en sus orígenes se levantó en honor de una Virgen Negra, que era, precisamente, la guardiana y protectora del lugar sagrado: Nuestra Señora del Monsacro. La otra, igual de rudimentaria, aunque de formas más conocidas, está dedicada, curiosamente, a la siempre controvertida figura de María Magdalena, que, no obstante, siempre gozó de enorme popularidad entre las gentes sencillas. Puede que el mito de que las iglesias de

La Colegiata de San Isidro y el hombre del Santo Sudario de Turín

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  En ocasiones, hace falta un revulsivo inesperado para acometer la intencionalidad de visitar un lugar por el que has pasado centenares de veces y curiosamente, nunca te has decidido a traspasar el umbral, quizás motivado por un estricto sentido de crítica artística: la Real Colegiata de San Isidro. Ciertamente, reconozco que no soy muy entusiasta de un estilo, el Barroco, que a partir del siglo XVII fue diseminándose como un reguero de pólvora por las principales ciudades de la Península Ibérica, dando lugar a lo que, en mi opinión, podría considerarse como una visión de arquitectura sacra basada en la opulencia y alejada de las austeridades más acordes de estilos anteriores. De hecho, si bien en diseño no difiere esencialmente de las tradicionales formas de los templos precedentes, manteniendo incluso su planta en forma de cruz, coincido con la opinión de literatos, como Gustavo Adolfo Bécquer, en cuanto a un exceso de ornato, en cuyo interior se tiene la inevitable impresión de sen