Sejas de Sanabria: iglesia de Santa Marina
Sejas de Sanabria, es otra
pequeña población zamorana que hemos de situar a apenas seis kilómetros escasos
de Mombuey, y como en el caso de la torre de la que fuera iglesia de Santa
María, la parroquial y el entorno de Sejas de Sanabria parecen estar también
relacionados con la mediática presencia, en tiempos, de la Orden del Temple.
Tal detalle, se hace más evidente, quizás, por la localización de ciertos
elementos que, aparte de aquellos que conforman la parroquial dedicada a la
figura de Santa Marina, ofrecen indicios más que suficientes –al menos,
subjetivamente hablando- como para especular desde el punto de vista de una
relativa certeza. Estos detalles inducen, cuando menos a la sospecha, si
tenemos en cuenta la presencia de una ermita dedicada a la Vera Cruz; de otra
ermita, bajo la advocación de la Virgen de la Rivera, así como la existencia,
en los alrededores, de una Cueva de la Virgen, sin duda relacionada con
un hecho milagroso o sobrenatural, que vendría a marcar, convenientemente, el
lugar mágico, reconvertido, donde éstos, independientemente de otros
motivos, tal vez de índole estratégico, solían asentarse. Además, otro detalle
que podría ofrecernos ciertas pistas sobre alguna de las previsibles
actividades de los fratres en la zona, es que desde ésta población de
Sejas de Sanabria, parte una denominada Ruta de los Molinos,
actividades, como todas aquellas derivadas de la agricultura, que no fueron
ajenas a una Orden cuya estructura y organización estaba encaminada,
principalmente, a sostener las demandas y el mantenimiento de los hermanos que
combatían en Tierra Santa.
Habría que tener en cuenta,
además, la proximidad del lugar con la frontera auriense, tierra ya
perteneciente a Galicia, donde los monjes guerreros, es sabido que se
beneficiaron de generosas donaciones, sobre todo, de aquellas aportadas en
particular por un rey, Fernando II (1) que, aparte de otros motivos de índole
social y política, se aseguraba, con la presencia de estos aguerridos caballeros,
no sólo la protección de los peregrinos que se dirigían a Compostela siguiendo
la denominada Ruta o Vía de la Plata, sino también la vigilancia de las fronteras
con el vecino y prácticamente recién creado reino de Portugal. Posiblemente,
sea éste uno de los factores que determinan las similitudes entre lugares de
una y otra provincia, entre los que cabría destacar no sólo la presencia
repetitiva de elementos de rico simbolismo, como el Agnus Dei –que casualmente
suelen encontrarse en numerosos templos atribuidos o en los que existe la
sospecha de haber pertenecido a la Orden
en algún momento histórico, como podría ser, por citar un ejemplo cercano, el
de San Pedro de A Mezquita-, sino también el de las advocaciones, donde destacan,
como ya se aventuraba en la entrada anterior, aquéllas dedicadas a una santa
inexistente, Marina, que, no obstante, señalarían la presencia de lugares o
santuarios relacionados, en este caso con el agua, anteriores al advenimiento
del Cristianismo, aunque absorbidos por él, pero que, de igual manera,
continuarían señalando el lugar mágico. Lugares, volvemos a repetir, por
los que el Temple parecía sentir una especial predilección y en los que solían
asentarse. Posiblemente el más relevante de ellos, no sea otro que el de Santa
Mariña de Augas Santas, pequeña población distante también –como en el caso de
Sejas y Mombuey-, aproximadamente seis kilómetros de una de las principales ciudades
orensanas: Allariz.
De cabecera cuadrada (2), pero
destacable en relación al resto de la nave, los expertos consienten en situar
este templo sanabrés de Santa Marina, a principios del siglo XIII, siendo M.
Gómez-Moreno (3), uno de los pioneros en destacar, con una más que plausible
certeza la intervención aquí del mismo cantero, o en su defecto, del mismo taller
que levantó la torre de Mombuey, dada, cuando menos, la concordancia de estilo.
Los motivos escultóricos más relevantes, distribuidos en la cornisa de la
cabecera, están conformados por arquillos trilobulados, entre los que el
cantero distribuyó una serie de elementos bien definidos, principalmente bolas
–colocadas en forma de posible clave, par e impar-, formas vegetales y cabezas humanas.
Respecto a las cabezas, destacar que parecen ser un total de cinco –número de
por sí relevante-, localizadas en las zonas sur y este, de las cuales cuatro
miran al frente, hacia el norte y una mantiene la cabeza ladeada –de igual
manera que existen varias de idénticas características en la torre de Mombuey e
incluso en templos cercanos de la provincia de Orense, como podría ser el de
Santo Estevo de Allariz-, señalando hacia el este.
En la parte oeste del ábside, y
muy cerca de la conjunción con la parte sur, prácticamente en la esquina entre
una y otra, una escultura de estimables proporciones, muestra a una cabra o a
un carnero, arrodillada sobre sus patas delanteras, que generalmente está
identificada como una posible figura del Agnus Dei –al menos, en los ambientes
más ortodoxos-, pero que a la vez tiene asociada una interesante leyenda, cuyo
desarrollo y consideraciones fueron oportunamente descritas por un auténtico
especialista, como es Rafael Alarcón Herrera, la lectura de cuya entrada, La misa vana de la cabra Suldreira se vuelve a recomendar aquí, a todo aquél que desee ampliar más la información.
En la espadaña principal, hay dos
campanas, que tienen, respectivamente, las siguientes inscripciones: ‘A nuestra
Patrona Santa Marina’, y ‘Que estas campanas repiquen siempre con alegría’.
Ambas tienen, además, una segunda inscripción, que define la procedencia y el autor de su
realización: ‘Rivera me fecit, Montehermoso (Cáceres), España’. La primera fue
donada por el pueblo de Sejas, y la segunda por la familia de Andrés Vega,
ambas en sendos días 18 de julio –su resonancia política parece más que
casual-, de los años 2005 y 2001.
Hay algunas sencillas marcas de
cantería y también los tradicionales graffiti de peregrino en forma de
cruz latina –sobre todo en la parte este del ábside-, así como una cruz de ocho
beatitudes inmersa en un círculo y contenida también en su correspondiente
círculo, una flor de seis pétalos, símbolo que antiguamente se utilizaba a modo
de protección contra las brujas y suele encontrarse todavía en los dinteles de numerosas casas de ámbito rural, ambas situadas en la puerta principal de
acceso al templo. Cerca, se localiza, así mismo, una breve inscripción.
Cabe plantearse, por último, una cuestión, cuando
menos peculiar: si en Sejas se venera la figura de la Virgen de la Rivera y
existe, así mismo, una denominada Cueva del Milagro, por un fenómeno de índole Mariano, evidentemente destacado, ¿por qué la Patrona del
pueblo es una santa de oscuro origen que, según la opinión generalizada de
numerosos historiadores, nunca existió?.
(1) Parece
ser que hay cierta unanimidad entre los historiadores, a la hora de aceptar que
la Orden del Temple se asentó en Galicia al principio del reinado de este rey,
aunque hay autores, como Carlos Martínez Pereira (‘Los Templarios. Artículos y
ensayos’), que opinan que su asentamiento fue anterior, durante el reinado de
su padre, el emperador Alfonso VII. El mismo rey, por cierto, que en
connivencia con su hermana Doña Urraca y en documento fechado el 1 de julio de
1158, donaba el territorio comprendido entre la meseta y la cumbre del Monte
Sacro asturiano (o Monsacro), a unos misteriosos fratres, los cuales parece ser
que levantaron dos ermitas en la cumbre, bajo la advocación de María Magdalena
una, y de la Virgen del Monsacro, la otra, hoy en día dedicada a la figura de
Santiago. Esta última, no obstante, tiene la peculiaridad de que su planta es
hexagonal.
(2) Resulta curioso el extraordinario parecido entre este templo y la parroquial de Sieteiglesias, municipio situado en la Sierra Norte de Madrid. E incluso, apurando, con el aún más cercano y remodelado templo de Santo Tomás de las Ollas, situado en Ponferrada, provincia de León.
(3) M.
Gómez-Moreno, autor, entre otras obras de ‘Catálogo monumental de España.
Provincia de Zamora’, Madrid, 1927 y ‘El primer monasterio español de
cistercienses: Moreruela’, Madrid, 1906. Información obtenida del libro de
Cayetano Enríquez de Salamanca, ‘Rutas del románico en la provincia de Zamora’,
Simancas Ediciones, 1998, página 86.
Comentarios