El enigma templario de Campisábalos
Pero es otra vez de vuelta a la iglesia de San Bartolomé -santo de inequívoca veneración templaria, por otra parte- donde, quizás, se encuentre también algún indicio relacionado con la Orden. Como en numerosos casos, también aquí se constata la existencia de elementos ajenos a la iglesia original, añadidos en épocas posteriores, incluso modernas. Es el caso, por ejemplo, del porche que se extiende sobre el pórtico principal de entrada, bajo cuyo resguardo, y ancladas en un bloque pétreo similar a aquél otro que sirve de base a las columnas que soportan el tejadillo, se localizan algunas estelas funerarias. Estelas que formaban parte del cementerio medieval, situado a los pies de la iglesia, y que fueron encontradas, exactamente, según me comentó don Severino Simón, en el lugar donde se levanta la basa que, como he dicho, sirve de base a las columnas que sustentan el porche. Su estado de conservación, desde luego, no es muy bueno; no obstante, y excepto en la estela más alta, aún se pueden vislumbrar los símbolos originales. Aparte de cruces y algún símbolo solar, llaman poderosamente la atención una estrella de David o Sello de Salomón con un punto en su centro, y una estrella de cinco puntas o pentalfa. Pentalfa que, dicho sea de paso, es similar -por no decir, igual- a aquélla otra que se localiza en el anverso de una de las tres estelas funerarias que sobreviven en el monasterio soriano de San Polo, hoy día, propiedad particular.
Del interior, recientemente restaurado -de ahí que los bancos se encuentren todavía amontonados a un lado de la nave- cabe destacar el Cristo que cuelga en el ábside, por detrás del altar, que curiosamente, al trasluz, despliega dos sombras, a derecha e izquierda, que semejan los dos ladrones con los que, según la Tradición, fue crucificado. Al fondo de la nave, por debajo del coro, algunos objetos llaman la atención. Aparte de la pila -que don Severino data como muy antigua, de época visigoda y a mi me parece posterior, y por lo tanto, románica- los restos de algunos capiteles se amontonan contra la pared. Tienen frases pintadas en negro, pero tampoco son originales, sino de época renacentista o posterior. Y éste es un detalle que me intriga, ante el cuál no puedo, si no, preguntarme qué fue de los capiteles románicos originales y qué representaban.
En la sacristía, donde también se almacenan algunos muebles removidos en la reforma, aún se observan en la pared izquierda, restos de alguna construcción primitiva; tal vez un muro, como parece pensar don Severino, aunque su finalidad, por el momento, se ignora. Aunque de dimensiones más pequeñas, tiene la misma forma de cofre o arca, que la capilla del Caballero San Galindo, de la que hablaré en la siguiente entrada. No obstante, para aquellos que deseen profundizar más en esta iglesia de San Bartolomé, su historia y también en los misterios de la mencionada capilla, recomiendo la lectura de la entrada de Laberinto Románico, titulada Sangalindo, la sombra del tiempo (I).
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'La huella de los templarios: ritos y mitos de la Orden del Temple', Ediciones Robinbook, S.L., 2004, página 13.
(2) Antonio Herrera Casado: 'El románico en Guadalajara', Aache Ediciones, S.L., 2ª edición, 2003, página 53.
(3) La última referencia que tengo sobre ésta misteriosa pieza, encontrada en el yacimiento termestino, es que se hallaba en el Museo Numantino. Estuve allí, creo recordar que en enero de 2009 y, curiosamente, no supieron decirme cuál había sido, exactamente, su destino: si se hallaba en restauración o había sido cedido a la exposición Las Edades del Hombre.
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Salud y fraternidad.