El Caballero Templario de Priaranza del Bierzo
Un Guerrero de la Eternidad, que monta guardia en su garita arbórea, protegiendo con sus armas el camino hacia el castillo de Cornatel, el desvío hacia Las Médulas y el lago encantado de Carucedo, en cuyas aguas, al decir de las leyendas, mora la Xana Carisia. Sobre su pecho y su hombro, luce la cruz paté, de color rojo, símbolo del martirio. Sus manos, portadoras de guanteletes de duro fierro, se aferran con fuerza al pomo de su larga espada. Es un Milites Christi; un Soldado de Dios; un Caballero Templario.
Para un amante del Temple y sus misterios, El Bierzo es un lugar ideal; una región henchida de Historia, Mitos y Leyendas, que no olvida la importancia que la Orden tuvo en el lugar; de hecho, aparte del castillo de Ponferrada, es difícil resistirse a la tentación de visitar otras fortalezas de los fratres milites que, aunque de menor importancia, no dejan de ser significativas en la actualidad, aún siendo meros muñones sobre un terreno henchido de espiritualidad: Cornatel, como he dicho, Sarracín, Corullón, Balboa... Fortalezas defensivas localizadas en puntos clave de un territorio eminenentemente mágico, al que la heterodoxa filosofía del Temple no podía renunciar.
Situado en un pequeño parque a la salida del pueblo, allí donde la curva se cierra como un puño en dirección a Santalla, el árbol que alberga ésta magnífica escultura -en otro momento y lugar, hablaré de esa curiosa afición berciana a conjugar el arte del escoplo en los troncos moldeables de los árboles- paradójicamente, suele pasar muy desapercibido. De hecho, nosotros recorrimos varias veces esa carretera, en una y otra dirección, y no lo vimos. Tuvimos que buscarlo y después de internarnos en el pueblo, preguntar por él.
Por encima del monje guerrero, aparece, perfectamente delimitada, una estrella de David o Sello de Salomón, que infiere al conjunto su mágico esoterismo. A ella se unen, con la fuerza de lo capicúa, dos curiosos números: el 13 y el 31. El 13, dentro del hexágono, posiblemente, señala la fecha en la que el pérfido rey francés, Felipe el Hermoso, dio vía libre a su cruzada y ordenó el prendimiento de los templarios y la confiscación de todos sus bienes. Además, fue viernes. Quizás por eso detalle, son muchos los que piensan que de aquí deriva esa leyenda de mala suerte que arrastran los viernes trece. Acerca del 31, reconozco que en este momento no se me ocurre nada. Pero sí propongo un pequeño acertijo por si alguien quiere intentar desentrañar el significado que el autor quiso exponer. Tal vez es la clave de un versículo de uno de los textos sagrados. Quién sabe.
Sólo una cosa más: sumados dígito a dígito, dan un número relevante en el mundo de la simbología y de la arquitectura templaria: el 8.
Comentarios
Gracias por presentarme a través de tú mirada a mi galán.
Un beso.
Al margen de que el simbolismo, sea más o menos acertado, según quien opine, la idea y el homenaje a los caballeros no puede ser más que aplaudida.
Cual espíritus de los árboles, la memoria de los templarios, con fantasías o sin ellas, sigue viva e incitante.
El Temple no ha sido derrotado, porque como dijo el otro: "¡Que hablen de nosotros, aunque sea mal!"
Salud y fraternidad.