El Cerco de Artajona
Dada, como digo, su cercanía a Puente la Reina, no ha de sorprendernos, en absoluto, la presencia, detrás de sus muros, de las órdenes medievales de caballería; y entre ellas, desde luego, la que para bien o para mal, puede considerarse la más famosa y admirada de todas ellas: la Orden del Temple.
De la presencia templaria, aún quedan algunas notables evidencias en una región -Navarra- que se caracteriza y caracterizó en tiempos, no sólo por constituir un auténtico puntal en el Camino Jacobeo o Camino de las Estrellas, sino también porque fue foco y destino de contínuas campañas militares -aceifas o razzias- canalizadas desde el poderoso califato de Córdoba.
Se tiene constancia de la presencia del Temple en Navarra a partir de 1142, cuando se instalaron en Puente la Reina, ciudad en la que fundaron su primera encomienda, y a cuyo alrededor fueron haciéndose con numerosas posesiones, siguiendo las rutas del camino jacobeo (1), Entre ellas, Artajona.
Dentro de los edificios religiosos que han sobrevivido hasta nuestros días, destaca, bien visible detrás de las murallas, la mole impresionante de la iglesia-fortaleza de San Saturnino, siglo XIII y la ermita de la Patrona de la villa: Nuestra Señora de Jerusalén, cuya festividad se celebra del 7 al 15 de septiembre. En su interior, se conserva la imagen románico-gótica original, de pequeñas dimensiones y con la particularidad de estar fabricada en metal, probablemente traída de los Santos Lugares por los freires milites.
Son muchas las leyendas y tradiciones relacionadas con el Temple, que aún se conservan en la provincia. Un dato significativo a tener en cuenta, y posiblemente relacionado con ellos también, sea la celebración, cada 24 de agosto, de la festividad de San Bartolomé, santo que para ellos tenía una más que especial devoción.
Aparte de los asentamientos romanos localizados en el lugar donde se levantan las murallas -las mejor conservadas de Navarra- cabe destacar la existencia de varios dólmenes -el de la Mina y el Portillo de Enériz-, así como los restos de un poblado de la Edad del Hierro, conocido como El Dorre.
(1) Rafael Alarcón Herrera: 'A la sombra de los templarios', Ediciones Martínez Roca, 3ª edición, octubre de 2004, página 174.
Comentarios
Que preciosa estaba Artajona!
Saludetes
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