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Mostrando entradas de septiembre, 2014

San Miguel de Breamo

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P osiblemente de orígenes mucho más oscuros e inciertos todavía que la Colegiata compostelana de Santa María la Real de Sar, el génesis de esta imponente obra de arte que es la venerable iglesia de San Miguel de Breamo, se presta, también, a las más atractivas hipótesis que, se puedan o no probar algún día como hechos veraces y contrastados, aúnan, no obstante y por el momento, imaginación, misterio y belleza en partes difíciles de determinar. Se ignora, así mismo y por desgracia, como suele suceder tan a menudo con este tipo de edificaciones históricas, la identidad del maestro de obras, pero no la fecha en que fue levantada, coincidiendo -y éste es uno de los datos que apuntan numerosos partidarios de la teoría templaria-, con la determinante derrota de los ejércitos cristianos en la tristemente célebre batalla de los Cuernos de Hattin ; una batalla que, además de contar con la pérdida de la Vera Cruz , que avanzaba siempre al frente del ejército, significó el principio del fin d

Enigmática Colegiata de Santa María la Real de Sar

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A firmaba Juan García Atienza, en una de sus obras más conocidas (1), que la Colegiata de Santa María la Real de Sar, coincidía, allá por el siglo XII cuando fue concebida, no sólo con el célebre Maestro Mateo –al que en algunas fuentes medievales, se llegó a considerar nada menos que como un oscuro arquitecto al servicio del rey Fernando II de León -, y toda una notable generación de arquitectos –entre ellos, el no menos misterioso Maestro Esteban, de cuyas labores en Compostela, se da constancia en fuentes ajenas al Codex Calistinus o Liber Sancti Iacobi , donde no consta y conservadas en la catedral de Pamplona, en cuya construcción así mismo participó-, sino también, con el instante en el que los primeros freires templarios regresaban de Tierra Santa, trayendo consigo una hipotética –esta palabra es un añadido mío- iniciación que habían adquirido entre los escombros de aquél Templo de Salomón que poseyeron como primera sede de la Orden, y que, de hecho, se convirtió en su

San Cebrián de Mazote: tras la pista mozárabe del Grial

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E xtendiéndose como un oasis en mitad de esa infinita Tierra de Campos, cuya historia y protagonismo, en mayor o en menor medida, comparten las provincias de Palencia y Valladolid, la zona delimitada, no obstante, por los denominados Montes Torozos, constituye una de esas demarcaciones privilegiadas, donde Historia y Leyenda son poderosas aliadas, hasta el punto de que los antiguos mitos parecen obstinados en permanecer, incluso después de que el tiempo y la terrible depredación humana, hayan reducido prácticamente a la nada muchos de los soportes físicos que los albergaban o, en su defecto, que los referenciaban. No es de extrañar, por tanto, que sin ir más allá de la época que realmente nos interesa, la Edad Media, se constate, alternativamente, la presencia de visigodos, árabes, mozárabes, mudéjares, judíos y cristianos, así como una soberana presencia de las órdenes militares –incluida una de las escasas referencias existentes a la Orden de los Caballeros Teutónicos, en las